viernes, 11 de abril de 2014

Huanchaco y el hostel de los jipis

Ningún micro va directo a Huanchaco. Hay que pasar obligatoriamente por Trujillo. Así que de Lima nos fuimos para allá con Ittsa, buena empresa que imita el servicio de los aviones (presenta a la tripulación y las mochilas se retiran adentro de la terminal, no en la plataforma) aunque la comida deja mucho que desear. Llegamos a la madrugada y nos tomamos un colectivo de línea a Huanchaco, a hora pico y con todos nuestros bártulos, con lo que no nos ganamos el cariño de la gente.
En Huanchaco, íbamos a hacer Couchsurfing pero por un tema de comodidad decidimos quedarnos en un hostel frente a la playa (además era muy barato). Igual, estamos muy agradecidos con Armando, escritor y conductor de un programa de televisión regional, que nos abrió las puertas de su casa.
El primer día, alquilamos una sombrilla y reposeras, y nos la pasamos (la mayoría del tiempo durmiendo) en la playa.
Las playas de Huanchaco no son gran cosa. Su mayor encanto es para los que gusten del surf, ya que tienen muy buenas olas y, debido al frío del agua, el mar prácticamente para ellos.
El segundo día optamos por aprender "un cacho de cultura". A la mañana nos fuimos a Chan Chan, ciudad de los Chimú, civilización pre-inca, y dominada por los mismos, en la que se puede apreciar las estructuras y adornos arquitectónicos, pero todo demasiado retocado por los restauradores, al punto que parece a estrenar.
A la tarde, después de un almuerzo arriesgado en el Mercado Mayorista (sudado de pescado, rico pero arriesgado), nos fuimos a las Huacas del Sol y la Luna (en realidad se puede ver sólo la de la Luna), y su museo.
Ésta es un templo de la sociedad Moche (pre-Chimú y, por lo tanto, pre-Inca), y debido a su conservación (se encontraron tapadas de arena, como una especie de cerro, y todavía la mayor parte de la estructura está bajo tierra) y que no fueron restauradas sino reacondicionadas, se pueden ver las construcciones con sus formas y colores originales perfectamente conservados.
Una de las características de los Moche es que sus artesanos tenían estatus alto dentro de la sociedad. Posiblemente debido a esto, sus trabajos encontrados (ídolos, jarros, cuencos, etc) son los mejores que vimos hasta ahora.
En el hostel que parábamos, nuestro viaje, éste que les parece tan largo a algunos, era el más corto. Había cinco parejas: una de unos argentinos que piensan ir hasta Alaska en camioneta y piensan estar tres años de viaje (llevan siete meses); otros argentinos haciendo algo similar en jeep; un peruano y una argentina, con un pato (recientemente fallecido) como mascota, que están viajando hace años haciendo malabares; otros peruanos, estos con un ratón de mascota, que también viajaban haciendo malabares; y un peruano y una mexicana que se conocieron hace un año en Huanchaco, se fueron a Ecuador, Colombia y Venezuela, y ahora estaban viendo si iban a Brasil. ¿Nos habrán convencido de seguir? ¿Quién lo  sabe?
Próximo destino: Chiclayo.

("Da para más que desear el confort teniendo un control, 
no quiero terminar así. Caminar, sólo andar buscando lo que me hace bien, el lastre vamos a despedir. ¿Quién nos puede decir qué es lo correcto?, para salir del tedio destapa algún sueño")
("Cuando podrás amar", de Las Pelotas)

2 comentarios:

  1. Bueno, bueno, bueno. Todo muy lindo,pero acá los estamos esperando. Así que vayan pensando en emprender el regreso ¿eh?. Pregunta al margen:¿Enterraron al difunto palmípedo?

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  2. Para ser viajero hay que tener un pato.

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