martes, 8 de abril de 2014

Lima y mi regreso al fútbol

Luego de perdernos un poco por las calles de Lima, nos encontramos con Henry a unas cuadras de su departamento. Nos llevó a su casa y después de charlar un rato, se fue a trabajar. Más tarde volvió a buscarnos para llevarnos a conocer la noche de Lima (al parecer, le gusta bastante dicho momento del día). Para ese entonces, se nos había unido Yuki, un japonés que también se estaba quedando en lo de Henry.
Esa noche, en un raid de unas horas, conocimos el barrio Miraflores, una especie de Palermo Limeño, aunque con el plusvalor de una gran vista del mar.
De ahí nos fuimos a Surco, donde en una plaza se festejaba la vendimia con puestos que vendían vino a buen precio. Tomamos un borgoña muy bueno y probamos la Chaufanita, un plato de estos pagos bastante rico. Además, tocaba Libido, una de las bandas más importantes de Perú, de la que pudimos ver algunos temas.
Y por último fuimos a un bar, nuevamente en Miraflores, a la despedida de Kota, otro japonés amigo de Henry que después de trabajar un año en Perú se volvía para Japón y al que, aunque se autodefinía como tímido, le gustaba mostrar el torso en las fotos.
Al otro día, Henry nos llevó a conocer el centro de Lima, donde conocimos un parque muy lindo, pasamos por la Plaza Principal, en la que, como de costumbre, está la casa de Gobierno y la catedral, y una fuente donde una vez al año sale pisco gratis para todos (¿cuándo una fuente de fernet en Buenos Aires?).
A la tarde, después de conseguir yerba (la más cara de la historia) nos fuimos a conocer Barranco, el barrio bohemio de Lima, y el que más nos gustó.
Ahí, vimos un gran atardecer (quizás por vivir entre edificios, cualquier atardecer me parece grandioso) y, cumpliendo con el lugar común del argentino viajero, le hicimos probar, con resultado satisfactorio, el mate a Henry.
Claro que pasear un sábado por el barrio bohemio me hacía recordar el hermoso Villa Crespo, donde, me enteré después, mi Bohemio estaba liquidando 2-0 a Colegiales.
Esa noche, La Patrona le enseñó a cocinar pastas a Henry, nos tomamos un vino de Perú muy bueno, y nos fuimos a dormir temprano porque al otro día me había invitado a un triangular de fútbol con sus amigos.
Luego de una hora y media de viaje aproximadamente (tienen una especie de macribus mejor preparado) llegamos a la cancha en el norte de Lima. Ésta era de tierra, de siete (jugamos de seis) y bajo el fuerte sol del mediodía, lo que hacía que mi regreso al fútbol, tras casi seis meses de inactividad no fuera en las condiciones acostumbradas. También se puede decir que las condiciones acostumbradas, después de tanto tiempo de inactividad, son detrás de un joystick.
El fútbol lo organiza un tipo de unos sesenta años, que además juega, y una de las condiciones es ser mayor de treinta para poder participar. Se ponen seis soles cada uno, uno para la cancha y cinco para el pozo que se llevan los ganadores. Los equipos se arman a la vieja usanza: sorteo entre los tres capitanes y cada uno va eligiendo en orden. Para no atentar contra la moral de los jugadores, la elección se hace en secreto entre los capitanes.
Cuando llegamos, Henry me había advertido: "El equipo que tenga a El Arquero es el de más probabilidades de campeonar". Finalmente, no me tocó ni con Henry, ni con El Arquero. Es más, éramos un equipo de rejunte que nos presentamos entre nosotros recién en la cancha.
En el primer partido, el equipo de El Arquero le dio vuelta el partido al de Henry.
En el segundo turno, nosotros superamos claramente al equipo de Henry (4-2), a pesar de que nuestro arquero le regaló un gol a su hermano para poner más interesante el partido, cuando íbamos 2-0.
Con dichos resultados, la final era entre el equipo de El Arquero y nosotros.
Un minuto nos llevó abrirles el marcador.
Sacamos del medio, recibió nuestro defensa (trabaja en seguridad, que ironía) al que le pico al vacío, me da un pase exacto, y, con la sutileza que me caracteriza, defino al primer palo. El que pega primero...
Después manejamos la pelota, hasta que un error de El Arquero decretó el 2-0. En el olvido quedará un gol increíble que me perdí en el final. El batacazo estaba dado. Como el Maracanazo de Uruguay o aquel equipo Bohemio de titanes que una pascua goleo 1-0 a River en Liniers. Campeones. A tomar birra, un cajoncito para festejar. Ah y, por primera vez en mi vida, gané plata por jugar al fútbol, ¿ya se me considera profesional?.
Para cerrar el fin de semana futbolístico perfecto, cuando llegamos al departamento, nos enteramos que mientras yo desplegaba mi magia, Él le hacía tres al Real Madrid, además de una asistencia magnífica, y se metía nuevamente en la pelea por el título. Claro que, al ver el resumen de dicho partido, advertí lo poco que tenía que ver lo que habíamos estado haciendo nosotros en una cancha, con el deporte ese llamado fútbol.
Al otro día, nos fuimos para Huanchaco, y, como Henry nos hizo sentir como en casa, nos llevamos la llave (alguna vez la devolveremos).

"Perdí noción del tiempo y el lugar. No sé ni donde tengo la nariz. Será que las cosas no vuelven al mismo lugar"
("Algún lugar encontraré", de Andrés Calamaro)

6 comentarios:

  1. Espectacular... y ahora queda claro por qué "La isla de la bolsa" perdía absolutamente (y con justicia) todos los partidos: el equipo no te acompañaba.

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    1. Eso siempre se supo. También es cierto que armar un equipo de fútbol en sistemas es un oxímoron. Saludos.

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  2. ¡Maravillosamente contado! Por favor, chicos, devuelvan la llave a Henry.No arrastren por el fango el nombre de nuestro país. ¡Gran deportista, Fede! No esperábamos menos de vos. Ayi, ojo con probar tanto borgoña.

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    1. Gracias. Intentaremos devolverla, pero mi habilidad futbolística ya dejó bien parado a nuestro país. Saludos.

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  3. Excelenterelato fefe!!, te imagine corriendo por el campo de juego, y tocando 3 dedos. golazo! , se te extraña amigazo. Seguí viajando y dale para arriba!!!

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    1. Gracias amigazo, te extrañé en la delantera. Espero que cuando llegue, volvamos al fútbol. Abrazo.

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