miércoles, 23 de abril de 2014

Guayaquil, algo que llaman pizza y una nueva experiencia en Couchsurfing


Llegamos a Guayaquil con recomendaciones como si estuvieramos yendo a la Franja de Gaza.
Allá, nos esperaba Jorge Luis, cuyo perfil de Couch nos atrajo por definirse como fanático de Tim Burton y Fito Páez (con esa dupla, era un llamador). Como si esto fuera poco, se nos presentó diciendo: “Soy Jorge Luis, como el gran Borges, mi escritor preferido”, con lo que, desde el primer minuto, se notó que íbamos a tener mucho de qué hablar.
El primer día, nos llevó a conocer el malecón, y mientras se hacía de noche (¡Nooo! ¿Noche en Guayaquil? Muerte, terror, destrucción) caminamos por Las Peñas, hermoso barrio de paredes de colores y calles empedradas, y subimos los 444 escalones (con un breve atajo) hasta el faro, desde donde se puede ver la ciudad iluminada.
Después, recorrimos la 9 de octubre, una de las avenidas principales de Guayaquil, y más tarde, mientras destacábamos algunos temazos de Alejandro Sanz, fuimos al templo Mormón, el que, según Jorge, por su ubicación estratégica y sus rejas potentes e intimidatorias (¿qué tendrán que esconder?) es el lugar indicado para refugiarse en un apocalipsis zombie (es fanático de “The Walking Dead” también. Otro punto a favor).
Al otro día, nos invitó a una pileta (el calor de Guayaquil es inhumano, así que nos vino de diez), y después, esta vez solos con La Patrona, fuimos a conocer la Plaza de las Iguanas (que, claramente, está llena de las mismas, especie protegida por estos pagos), el centro histórico, y a caminar por la parte que nos había quedado pendiente del malecón, donde hay una especie de botánico muy bien cuidado.
Esa noche, mientras comíamos una de las peores pizzas de nuestras vidas (los que somos del barrio de "El Fortín" deberíamos ser respetados en el mundo y no nos deberían vender cualquier cosa), La Patrona preguntó, inocentemente, si alguna vez llovía fuerte en Guayaquil y la ciudad le respondió con una tormenta acorde, así que nos fuimos a la casa y nos quedamos escuchando y hablando de música (está claro de quién hablamos más, ¿no?), cine, literatura, política y, como debe ser, de fútbol.
Al día siguiente, fuimos a conocer el otro malecón, cercano al manglar (eso creo) y el Parque Lineal, y, después de un almuerzo vegetariano (imagino como deben estar envidiando mi alimentación en este momento), nos fuimos para Montañita.

"Yo no quería una vida normal, no me gustaban los horarios de oficina. Mi espíritu rebelde se reía del dinero, el lujo y el confort"
("La Guitarra", de Los Auténticos Decadentes)

4 comentarios: