jueves, 1 de mayo de 2014

Quito, el karaoke y los efectos de La Mitad Del Mundo

Nos fuimos para Quito solo con un dato que nos había dado Henry, nuestro Couch de Lima que viajó para allá aprovechando Semana Santa: la mayoría de los hostels están en Plaza Foch. Cuando llegamos, preguntamos (error mío de preguntarle, como si no hubiera aprendido nada en estos meses, a un Mentiroso De La Boletería) y nos dijeron, muy dubitativamente, que estábamos a seis cuadras, así que decidimos, con mochilas y todo, ir caminando para allá. Obviamente, las seis cuadras se multiplicaron y se convirtieron en unas 18.
Finalmente, llegamos y conseguimos un hostel, dentro de todo barato y muy tranquilo.
Cuando salimos a recorrer, entendimos porque Henry eligió esa zona. El barrio está lleno de bares.
Nos encontramos a las nueve con él, y luego de la entrega de la llave “robada”, nos fuimos a comer a un bar, en el que conseguimos una picada, esos lujos que allá son cotidianos (¡Vamos Otra Vuelta!) pero por estos pagos cuesta conseguir.
Después de comer, y sobre todo debido a que el bar se le dio por poner dance (o esa secuencia de sonidos) a gran volumen, nos fuimos para otro lado.
A la tarde, La Patrona había deslizado que tenía ganas de ir a un karaoke (acá está lleno de esos antros) y a Henry le pareció buena idea.
Nos metimos en uno que cumplía con la condición antes dicha. Cabe mencionar, como característica, que acá los karaokes (al menos los que vimos en funcionamiento) son de sentado.
Pedimos unas cervezas y, para compartir, una Michelada, trago que al parecer tiene cerveza, limón y pimiento (o sea, picante). De lo peor que se ha inventado en materia de tragos.
Como se podían pedir solo dos temas por mesa, cedí amablemente mi puesto. La Patrona se decidió por “Me haces tanto bien”, de Amistades Peligrosas, de la que hizo una versión bastante libre (con ciertos vacíos “letrísticos” y risas de por medio) pero que sorprendió sacando el segundo puntaje más alto de la noche. Henry se animó a “Mojada”, de Vilma Palma.
A medida que pasa la noche (y el alcohol), los karaokes son los escenarios (aunque sean de sentados) de las imágenes más tristes. Gente ebria destruyendo canciones, mientras imaginan que la están rompiendo, una situación similar a la del personaje de Capusotto del baile del hombre en los ojos de la mujer.
En este caso, había una mujer que le salía bien la tonada mexicana, y eligió, al menos, diez temas del estilo (como, al final, solo quedábamos cuatro mesas, el límite se tuvo que correr), y terminó parada, cantando por las mesas, con un andar no muy firme.
El otro caso, era un muchacho que eligió todas las canciones (extremadamente) melosas y, a pesar de que algunas le salían bien, a última hora vociferó “Como yo nadie te ha amado”, de Bon Jovi, mientras su novia lo miraba embelesada. Esa fue la gota que colmó el vaso. Chau karaoke. Ah, en el medio, La Patrona metió un “Amor a la mexicana”.
Al otro día, nos fuimos a conocer el Centro Histórico. Tuvimos la suerte (?) de que era domingo de Semana Santa, con lo que por todos lados había espectáculos alusivos.
En la puerta de la catedral, nos encontramos una banda haciendo música cristiana (¿hablábamos de imágenes tristes?). Si eso me toca un domingo que al otro día laburo (¿qué era eso?) es causal de suicidio.
En la iglesia de San Francisco, vimos un coro seguido por una obra donde le hacían juicio, por la muerte de Jesús, a Poncio Pilato, el Sumo Sacerdote, y Juan Pueblo, y en el que el público era el que decidía el veredicto (los tres fueron sentenciados). Este estuvo entretenido.
Seguimos por la calle “La Ronda”, la zona bohemia y de artesanos de Quito, y, claro, el recorrido por todas las iglesias. Sobredosis de turismo católico. Creo que en este viaje tuve mi dosis de por vida de arroz e iglesias (mis dos enemigos blancos).
Al otro día, nos fuimos a La Mitad Del Mundo. El transporte público en Quito es un lujo. Tienen varios metrobus muy bien armados y con alimentadores que te llevan para todos lados (como en Lima).
Primero fuimos a La Mitad oficial, cuyo único encanto es el monumento. Pero después, nos fuimos a un museo que está a unas cuadras, donde está la mitad real, verificada con GPS. La oficial fue calculada en 1700 y pico por unos franceses, con los métodos de aquella época, y bastante cerca estuvieron.
En este museo, además de mostrar las formas de vida de algunas tribus indígenas del Amazonas (que incluye reducción de cabezas), se hacen los experimentos relacionados a La Mitad Del Mundo: parar el huevo en un clavo (ambos lo logramos y nos llevamos nuestro certificado al respecto), caminar con los ojos cerrados por la línea y sentir como te tiran de los lados, y, el mejor, ver que, en una bacha, en la línea exacta el agua cae recta, y en el sur (a pocos metros de la línea) se arma un remolino hacia un lado, y en el norte hacia el lado contrario. Imposible no acordarse de Los Simpsons y Homero, al ver este efecto, cantando “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido”. Este museo es mucho más interesante que el oficial.
Al día siguiente, salimos para Latacunga.

“Mi pasado es real y el futuro libertad”
(“Circo Beat”, de Fito Páez)

4 comentarios:

  1. ¡Cómo me divierten estas crónicas! Las voy a extrañar. Fede, sugiero que cuando retomes los viajes al microcentro sigas "croniqueando".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jaja.. espero no tener que viajar tanto al microcentro, y menos en horario pico. Saludos.

      Eliminar
  2. Qué buen relato, Fede. Me encantó todo! Saludos para Ayiiii :D

    ResponderEliminar