miércoles, 19 de marzo de 2014

Cusco y La Merienda

Llegamos a Cusco a las cuatro de la madrugada (son dos horas menos que en Argentina), luego de viajar en uno de los micros más incómodos de la historia, en el que estirar las piernas era una utopía. Al parecer, tienen una noción muy distinta del término semi-cama (por no decir que te venden que es semi-cama cuando no). Ni hablar de la falsa promesa de wi-fi.
Así, dormidos e incómodos, en la terminal te abordan ofreciéndote alojamiento (en nuestro caso hostels, quizás a causa de nuestra pinta de pelagatos).
Sin embargo, en esas condiciones, conseguimos un lindo hostel a buen precio ("La casa de la abuela") aunque con unas restricciones poco amigables (a las diez se cierra la cocina y se apaga el wi-fi. Inentendible esta última), y una "Dueña De Casa" no muy simpática (el Dueño si buena onda).
A la mañana, después de enterarnos de la gran victoria bohemia en Campana, nos fuimos a caminar por Cusco, una ciudad hermosa llena de construcciones que mezclan las edificaciones incas con las coloniales, y, claro, llena de iglesias.
Mientras, consultabamos en los hostels los precios para ver si no nos habían dormido (cosa que puede pasar de madrugada en la terminal), nos acostumbrábamos a un nuevo cambio de moneda (5 argentinos = 1 sol), y averiguabamos para ir a Machu Picchu. Finalmente, por si alguno está por viajar, después de hacer las cuentas de todas las opciones, nos decidimos por uno que se llama "Machu Picchu by car. 3 días, 2 noches", que está pensado para los mochileros, ya que te llevan hasta la hidroeléctrica y de ahí hay que caminar unas tres horas hasta Aguas Calientes (y a la vuelta, te esperan en la Hidroeléctrica).
A la noche, nos fuimos a ver una banda que tocaba gratis en el Teatro Municipal. Era un cuarteto de cuerdas (dos guitarras, un contrabajo y un violín), al que se le sumaron un guitarrista italiano y un ruso con su balalaika, que están recorriendo América tocando (para fin de mes van a estar por Argentina), y que dieron un show impecable.
Al día siguiente, estando en una ciudad muy cultural como Cusco, decidimos conocer algunos museos. Y, claro, empezamos por el más representativo: el museo del chocolate (hay que tener en cuenta que era media mañana). No hay mucho por mencionar, salvo que nos hubieran gustado más muestras gratis.
Se largó a llover (no es novedad por estos pagos), así que nos metimos en el mercado a comer y probamos el arroz con huevo (frito) y salchicha (frita). Gran plato. Casi que disfruté el arroz.
A la noche, fuimos a ver a la Orquesta Sinfónica de Cusco que tocaba por el Día Internacional De La Mujer, haciendo versiones de clásicos de la música peruana. Impecable también.
Esas dos noches, de camino al hostel, nos cruzamos, cada noche en una iglesia diferente, fiesta con banda y fuegos artificiales (en unas estructuras que se las veía muy poco seguras), al parecer por la patrona (que no es La Patrona) de cada iglesia.
El tercer día fuimos al Museo del Inca, en el que están (casi) todos los elementos encontrados tanto en Machu Picchu como en las demás ciudades incas halladas (y algunas pre-incas también). El museo es enorme (hay que ir con ganas de caminar y leer), tiene mucha información y da un buen paneo de las civilizaciones pre-incas e incas, aunque le faltan algunas explicaciones.
De ahí, nos fuimos al barrio San Blas, el barrio más coqueto y pintoresco de Cusco.
Como a las 19 íbamos a ver una película en una universidad, decidimos merendar por la zona, y como era el Día De La Mujer, la decisión quedó a cargo de La Patrona (grave error), que eligió el mercado (fui censurado de publicar el motivo. ¡Libertad de prensa!).
Pedimos café con leche (segundo grave error), más café que leche, y pan con manteca y mermelada.
Al ver la jarra con la que sacó la leche de una olla, con restos, quizás incaicos también, de lo que parecía nata y hasta grumos, deberíamos haber huido.
Minutos más tarde nos dio una especie de vaso largo con 3/4 de leche (mi peor pesadilla hecha realidad), y una pequeña jarra con café frío para que le agreguemos. Al ponerle el café, pudimos apreciar con más claridad los fantasmas de nata girando mientras revolvíamos (nuestros estomagos también). Pasamos varios minutos pescando nata para intentar que sea tomable. Así y todo, logré tomar más de medio vaso.
Eso sí, apenas salimos, pastilla de menta fuerte y a intentar olvidar la merienda (para ser realistas, no fue fácil).
La película ("Sigo siendo", de Javier Corcuera) era un documental muy bueno sobre la música peruana de las diferentes regiones, contada a través de las historias personales de algunos músicos.
El cuarto día, aprovechamos para descansar (y recuperarnos de La Merienda) ya que al otro día nos íbamos para Machu Picchu. Lo único destacable es que mientras permanecíamos refugiados, ya que en las calles de la ciudad una guerra de agua y espuma se desataba por el fin del carnaval, la buena conexión del hostel (y Sentimiento Bohemio) me permitió ver la gran victoria de Atlanta 3-2 ante Fénix.

"Todo este tiempo vivido me sirve de ejemplo para no volver a caer"
("Pasos al costado", de Turf)



4 comentarios:

  1. ¡Ajjjjjj!Me impresiona el tema de la merienda. Muy gráfica la descripción. La padecí en carne propia.

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  2. Siempre se aborda con tripa y corazón a la nata. ¿Saben cómo se llama la banda de cuerdas y por qué partes de Argentina va a estar?

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    1. No a La Nata. El grupo busqué como se llamaba y no lo encontré. Supuestamente iban solo a Buenos Aires. Besos.

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