viernes, 14 de marzo de 2014

La Isla Del Sol

A La Isla Del Sol salen lanchas sólo en dos horarios: 8:30 o 13:30. Claramente, elegimos la que salía más tarde.
El viaje es imperdible. Además, se puede ir en el techo de las lanchas, lo que le da un valor agregado.
Mientras viajaba y miraba el paisaje, esa larga extensión de agua que es el Titicaca coronada con montañas, donde incluso se pueden ver picos nevados, se me dio por reflexionar: poniendo como punto de partido que trabajo (bah trabajaba) en algo que no me interesa (y no es un dato menor en la reflexión) ¿cuántas ganas puedo tener de volver a trabajar? ¿realmente alguien puede extrañar y tener ganas de volver a encerrarse en una oficina nueve horas al día? (y no estoy incluyendo el viaje hacia el trabajo y sus comodidades) Las oficinas son una especie de Dementores (sí, leí TODO Harry Potter. Y me gustó) que te van chupando el alma de a poco, y en las que se puede ver la miseria humana entre compañeros en búsqueda de un poder ficticio (y ni aunque fuera real debería pasar). Debo reconocer que también se conoce muy buena gente.
Por suerte, llegamos a La Isla y eso de andar pensando en trabajo se me pasó. Es imposible, de un tiempo a esta parte, ir a una isla y que no se me cruce "Lost" (todos deben ver "Lost"), o una de las obras que la inspiró "La Invención de Morel", hermoso libro del maestro Bioy Casares (todos debe leer a Bioy Casares). Larga vida a Karina Olga que supo elegir entre Bioy y Casares.
En Copacabana, una tana que paraba en nuestro hostel nos recomendó que fuéramos para La Playa De Las Sirenas, que íbamos a estar más tranquilos, así que le hicimos caso y nos fuimos para allá. El único hostel que hay en esa playa estaba lleno (no deben entrar más de diez personas), pero conseguimos uno en el camino muy bueno.
Como todo turista que llega a un lugar nuevo, hicimos lo que debíamos hacer. Nos dormimos un siestón (los placeres de viajar con tiempo) y nos despertamos ya de noche (eran las 19:30 pero ya era de noche).
Nos fuimos hasta el pueblo (media hora en plena oscuridad. Por suerte, esta vez teníamos la linter-vincha con nosotros) a comprar comida, y desde lejos pudimos ver el pueblo (y sus pocas luces) reflejado en el lago.
A la mañana siguiente, me desperté temprano (me viene pasando seguido) y terminé "El Profesor" (buen libro, Katzenbach suele tener problemas con los finales, pero este terminó bastante bien). Cuando se despertó La Patrona tomamos unos mates en la cama desde donde teníamos una vista privilegiada del lago y los cerros nevados (eso para los que andan diciendo que paramos sólo en pocilgas).
Al mediodía nos fuimos a conocer La Playa De Las Sirenas. Hermosa playa que encima tuvimos casi toda la tarde para nosotros sólos. Y sí, finalmente nos metimos, después de muchas vacilaciones, al Titicaca (bien frío). La tarde terminó como casi todas. Con mates y atardecer. Pero cuando el frío empezaba a copar la playa y a calarnos los huesos, se acercó Alvaro, un niño pescador a pedirme que lo ayude a sacar el bote del agua (seguramente a causa de mi físico torneado). Debido al frío, lo dude un poco pero lo ayudé.
El último día, fuimos a caminar por unas ruinas Incas que hay pasando La Playa De Las Sirenas, donde se puede ver una mesa de ceremonias en la que realizaban sacrificios, una roca sagrada en la que supuestamente se ve un animal que no vimos, y un (o una, no sé) Chinkana, una especie de laberinto donde estaban los sabios, y que terminan en otra playa increíble (esta vez no nos animamos a meternos, pero también estuvimos prácticamente sólos).
Al otro día, volvimos a Copacabana, paso obligado para cruzar a Perú.
Cuando llegamos el pueblo estaba de fiesta a causa del carnaval. Todas las casas y autos adornados de colores, música por todos lados, guerra de agua (ya desde Potosí veníamos viendo como les encanta jugar con las bombitas), y mucha birra dando vuelta. Una fiesta en la que todos participan y se nota que disfrutan mucho.
Así, de fiesta, terminó nuestra primera parte del viaje. Pasamos casi un mes en Bolivia, y la verdad que me gustó más de lo esperado en todos los aspectos.
Conocimos lugares increíbles, la gente con la que pudimos charlar (a veces es muy difícil entrarles) fue muy cálida (tienen esa forma de hablar respetuosa con un acento dulce) y nos trataron de la mejor manera, la comida (uno de mis mayores miedos, debo reconocer) me encantó, y las rutas (otro de los miedos, por todo lo que habíamos leído y nos habían contado) están más preparadas de lo que pensábamos (también es cierto que, a causa de las lluvias, hubo lugares que dejamos para la vuelta o para otro viaje). Encima, haciendo números, y esto es bueno que lo sepan quienes estén planeando un viaje de este tipo, nos salió más barato estar un mes de viaje que lo que nos cuesta vivir un mes en Buenos Aires.
Ahora, nos vamos pal' Perú. Es un gusto viajar así.
"Emancipate yourselves from mental slavery;
None but ourselves can free our minds."
("Redemption song", de Bob Marley)

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