jueves, 27 de febrero de 2014

Sucre, la Ciudad Blanca

El Dramamine funcionó perfecto. Encima uno de sus posibles efectos es la somnolencia y en mi la posibilidad se convirtió en certeza.
En un primer momento, Sucre no me/nos gustó nada. Quizás a causa de como me/nos había encantado y sorprendido Potosí. O tal vez porque llegamos en un día lluvioso. Es más, de esa primera tarde en Sucre lo que más recordaremos es haber comido, quizás, La Dona Más Rica Del Mundo (unos días más tarde la fui a buscar y el local estaba cerrado. El sistema...)
El segundo día la fuimos a recorrer y nos dimos cuenta porque le dicen la Ciudad Blanca (y no hubo un dealer de por medio). El 95 por ciento de las construcciones (porcentaje sacado a dedo, está claro) mantienen su fachada original (por ley) y están, por supuesto, pintadas de blanco.
Cabe destacar dos cosas que veníamos notando en las diferentes ciudades: primero el gran trabajo de jardinería, y mantenimiento de la misma, en todos los parques; y segundo, la calidad de toboganes. En Sucre hay un parque infantil temático (y gratis) de dinosaurios muy bueno, y no pudimos resistirnos al tobogán más alto. Es cierto que hubo momentos de incertidumbre en la altura (encima no teníamos Dramamine con nosotros), pero los superamos.
Después, también subimos a la réplica de la Torre Eiffel, que está en uno de los parques principales (al lado del infantil), y la incertidumbre fue mayor. Tanto que no duramos mucho.
Al mediodía fuimos al mercado y probamos el primer plato boliviano ("Silpancho", recomendación de la Kombi Rutera , una de nuestras guías en este viaje), una especie de milanesa con arroz, ensalada, papas, y huevo a la plancha, muy bueno. Y los jugos naturales que hacen ahí también. Además de que es muy barato.
A la tarde nos jugamos la vida (eh, ¿tanto?) para subir al punto panorámico, unas doce cuadras en subida, en las que encontramos las calles más pintorescas, y que al llegar se ve toda la ciudad (y claro, por eso punto panorámico). Al final, a pesar de aquella primera impresión, Sucre me/nos gustó mucho.
Mañana partiremos hacia Tarabuco (esto lo sé porque escribo en diferido), un pueblo donde su supuesto mayor atractivo es una feria los domingos (clara victoria de La Patrona y su Eterno Amor Por Las Ferias Domingueras).

"Sin estar atado a lo material, sin miedo a lo que digan. No sería como es, no vería como ve. Qué contento viviría. Si no se esforzara por hacerse el normal, qué vida tendría"
("Fuera de control", de No Te Va Gustar)


domingo, 23 de febrero de 2014

La gran Potosí

"La ciudad que más ha dado al mundo y la que menos tiene", una vieja señora potosina a Eduardo Galeano en "Las venas abiertas de América Latina".
Salir a caminar por Potosí es todo un reto. Entre las calles que suben y bajan, y la altura que juega su papel, la agitación es constante. Pero, sin dudas, vale la pena. La ciudad tiene un dejo a Cartagena (también es patrimonio de la humanidad), y si bien lo que te quieren vender es la excursión a las minas (finalmente no fuimos. "No hay ningún zoológico de gente. Cuidate hermano, yo no se cuando pero ese día viene llegando"), su belleza pasa por otro lado. En cada cuadra hay un edificio con detalles arquitectónicos increíbles, y todo con el cerro de fondo.
Las iglesias (debe ser una de las ciudades con más iglesias, ¿tendrá que ver con las riquezas que hubo?), o por lo menos los frentes, que es lo que pudimos ver, tienen cada uno su encanto (estamos haciendo más turismo católico que nunca).
Como al otro día salió el sol decidimos ir para El ojo del Inca (La Patrona preguntó por "El ojo del indio" y recibió un correctivo histórico/geográfico de parte de un local: "Indios en la India").
Así como la parte histórica de Potosí nos encantó, los alrededores no se quedan atrás.
El camino hacia El ojo... está rodeado de cerros de colores (creo que con 7 nos quedamos cortos), con la diferencia con nuestro Norte de que acá hay mucho verde.
El colectivo te deja sobre la ruta y de ahí hay que caminar unos diez minutos (hay que tener en cuenta que ya se está a unos cuatro mil metros de altura, y cualquier caminata se siente el doble).
Al llegar nos encontramos con algo mejor de lo que esperabamos. El ojo... es una laguna termal, y que a la vez es un mirador de la zona, con una vista espectacular.
Lo raro es que Potosí es una ciudad muy (pero muy) fría (algo así como la cancha de All Boys), así que ese día salimos con nuestro mayor abrigo y terminamos metiéndonos al agua (termal, es verdad) a la intemperie. A la vuelta, nuevamente en el frío, nos hicimos un "alto guiso" más barato que aquel famoso.
Al otro día fuimos a La Casa De La Moneda y a pesar de que está bueno ver el proceso y la evolución de la producción de las monedas (incluso se pueden ver las máquinas que usaron en las diferentes épocas), lo más interesante (y triste a la vez) es ver como los españoles invadieron social y culturalmente a los pueblos originarios (fa... que correcto políticamente soy).
Potosí significa "Estruendo" (hay versiones del significado exacto), y surge de que la primera vez que los Incas sacaron plata del cerro (no se tuvieron que ir hasta Jujuy porque se cayó el sistema) escucharon una explosión (es zona volcánica) y lo tomaron como un aviso de la tierra. De ahí en adelante el cerro fue considerado sagrado, sin ser explotado hasta, claro, la llegada de los españoles.
Y también a través de las pinturas. Hay una serie de cuadros increíbles pero casi todos relacionados con la iglesia (cuando no) que los españoles obligaban a hacer (en realidad a copiar de cuadros europeos) a los aborígenes pero que no les permitían firmar, y eran usados para evangelizar.
La última noche, tras una lucha descomunal por vencer el frío, pudimos salir y ver el cerro, las iglesias y los edificios históricos iluminados, lo que hizo que valga el esfuerzo.

Dicen que hay una etapa en la que el Hermano Menor copia al Hermano Mayor.
Hace muchos años, cuando era un niño, hicimos un viaje familiar a Camboriú en micro. Promediando el viaje, mi Hermano Mayor vomitó. Inmediatamente, fui a la ventanilla de al lado (en esa época el aire acondicionado en los micros era una utopía) e hice lo mismo.
Desde aquella época, en cada viaje largo, sobre todo si hay altura de por medio, el Dramamine es mi principal aliado.
Mañana partimos a Sucre. Bajaremos casi dos mil metros en unos 200 kilómetros.
En estos días en Potosí me mantuve limpio (Charly lo dijo: "El futuro es clean"), pero mañana deberé volver a caer.

"(...) Ya que vas a escribir, dijo, cuenta de mi pueblo. Pobreza y dolor sólo trajo el progreso, la cultura de la traición y los indios en los museos"
("Lo frágil de la locura", de La Renga)


miércoles, 19 de febrero de 2014

El atardecer del salar de Uyuni

Al día siguiente fuimos en búsqueda de la excursión al salar. Por el tema de las lluvias, las excursiones están modificadas (gran parte del salar está inundado), así que nos decidimos por una que nos llevaban a la tarde y nos quedábamos a ver el atardecer.
Mientras, hubo tiempo para hacer un poco de turismo deportivo y conocer la cancha del equipo local, cancha de tierra pura con el desnivel como gran compañero (vení a decirme que te pica mal la pelota en el Gran León).
A la tarde salimos para el salar, previo paso por un cementerio de trenes. Nada imperdible la verdad, solo que desde ahí podíamos ver cielo 360°.
A lo lejos, en una zona se veía una lluvia con unos rayos poco amigables, y cuando preguntamos, obviamente, era para el lugar donde íbamos.
Encima, al llegar se largó un pequeño, pero no por eso menos molesto, granizo, y una ventanilla no se podía cerrar (turismo aventura le dicen).
Igual entramos al salar. Los primeros ¿metros? ¿kilómetros? (¿cómo saber?) estaban bajo agua.
Nos bajamos y caminamos un poco "sobre" el agua (ahí tenés, Jesús), y si bien no se veía la clásica imagen del horizonte blanco, se generaban unos efectos reflejo muy buenos.
Después fuimos hasta el hotel de sal más lejano (eso creo), y ahí ya pudimos ver el salar en su plenitud.
Al caer la tarde volvimos hacia la parte semi inundada a ver el atardecer.
Mientras esperábamos, una Señora Derechita, que horas antes había dicho que le gustaba Macri porque como era rico ya no le interesaba robar (todavía me estoy riendo), se puso a hablar de literatura y terminó diciendo que, como no había tiempo para leer todo, entraba en el Rincón del Vago (¿no le decía nada el nombre?) y leía los resúmenes de los libros (posta).
Bue, por suerte su micro salía temprano así que se fue antes de que caiga el sol y pudimos disfrutar en silencio (en parte también gracias a La Patrona que le hizo apagar la música al chofer. Yo avisé, es brava la petisa) de uno de los mejores atardeceres alguna vez visto. A causa del reflejo en el agua se armó un efecto de doble sol, hasta que se juntaron y desaparecieron ambos. Momento increíble.
Así nos fuimos del salar directo a la estación para ir a Potosí.
Nuevamente nos cruzamos con unos choferes que gustan de compartir su música, y a todo volumen (estamos hablando de noche entrada y el micro con las luces apagadas. Todo dado para intentar dormir) nos pusieron unas cumbias que incluyeron al Grupo Red con varios de sus hits, que en una fiesta y con algunos grados de alcohol en sangre puede pintar para bailar y cantar con la vista en el techo, como sintiendo la letra, pero que en un micro, que ni la inclinación del asiento ayudaba a mirar el techo, puede generar una violencia destructora. Por suerte, a la hora se cansaron (o yo perdí un sentido), y me dormí hasta Potosí.

"La sangre se inquietaba en mis venas y aquel verano al norte partí. Para olvidarme de mi rutina y sentirme liberado al fin. Ver la tierra bañada de sol, respirar aire de las alturas, llenar el cuenco de mis ojos con lo más frágil de la locura"
("Lo frágil de la locura", La Renga)

domingo, 16 de febrero de 2014

Y un día nos fuimos de La Quiaca

Tras el problema de la plata, nos quedamos dos días más en La Quiaca. El primero para descansar y el segundo para recorrerla, y hasta aprendimos a quererla ("desde la histórica altura"). Incluso, y esto es mucho decir para una ciudad considerada de paso, nos sentimos como en casa.
Pero en los últimos segundos nos devolvieron a la realidad.
Cuando llegamos al famoso cartel en la frontera que dice "Bienvenidos a La Quiaca. Ushuaia...", le pregunto a una chica: "¿No nos sacás una foto?.
Me miró desorientada y con su cabeza me dio como respuesta un "no" rotundo. Chau Quiaca.
El cruce de la frontera nos llevó sólo unos minutos.
Fuimos a cambiar plata y, acá los Anti K se pueden hacer una panzada, estamos entre 0,40 o 0,45 centavos por debajo del peso boliviano (1 peso argentino = 0,55 bolivianos). ¡Grande, Evo! (Ahí tienen signos).
Cuando llegamos a la estación de tren de Villazón, el verde de los techos de la misma contrastado con el azul y amarillo del tren me recordó que esa noche jugaba El Bohemio contra Chicago (finalmente fue derrota 2-1).
El tren está impecable, y el viaje es recomendable. En el camino se cruzan unos paisajes increíbles. La única contra es que a los choferes les gusta compartir su música (o algo así) con los pasajeros, así que escuchamos/vimos (porque ponen los videos) algunos reggaetones de los peorcitos (si es que existen mejorcitos) y clásicos de los años 70 (eso estimé) entre los que se incluyó a Palito Ortega (ojalá no sea nuestro único embajador musical).
Ya entrada la noche, llegamos a Atocha. Yo venía leyendo "Las venas abiertas de América Latina", de Eduardo Galeano (libro-guía muy recomendable para este tipo de viaje. En tu cara "Lonely Planet"), y un rato antes leí el siguiente fragmento: "Los mineros bolivianos mueren con los pulmones podridos para que el mundo pueda consumir estaño barato". Así que al llegar a la estación de Atocha, donde una enorme estatua de minero se luce orgullosa, uno no puede, al menos, no sentirse raro.
Encima, en el borde de la ciudad hay un cementerio del mismo tamaño o, posiblemente, más grande que la misma.
Seguimos viaje (perdón Joaquín, no me bajé en Atocha), y llegamos a Uyuni a la madrugada.

"Soy de la ciudad con todo lo que vez, con su ruido, con su gente, consume vejez. Y no puedo evitar el humo que entra hoy pero igual sigo creciendo, soy otro carbón. No voy a imagina la pena en las demás. Compro aire y si es puro pago mucho más. No voy a tolerar que ya no tengan fe, que se bajen los brazos, que no haya lucidez."
("Zafar", La Vela Puerca)

sábado, 15 de febrero de 2014

La venganza del sistema (parte 3)

Como en el memorable final de "El Naufrago", en el que Tom Hanks quedaba en un cruce y no sabía hacia donde ir (algo así pasaba, ¿no?), el universo (o el sistema) volvió a jugar conmigo, y me puso a la misma hora dos micros ("denserio"). Uno iba a Jujuy y el otro a La Quiaca. Con el primero podía resolver el problema pero me tenía que quedar a dormir en Jujuy. El otro me llevaba de nuevo a La Quiaca, pero el problema seguía intacto.
El tema es que seguía sin poder comunicarme con La Patrona.
Igualmente, me decidí por Jujuy. Era la última chance que tenía para resolverlo por mis medios.
Para no desentonar, arrancó mal. El micro era un desastre. Sin aire acondicionado, de los que entra en todos los pueblos e incluso sube a todo el que lo frena por la ruta (si pueden, eviten la empresa "Panamericano").
Así como alguna vez se hizo un estudio con la diferente noción del tiempo que tiene un hincha cuando su equipo va ganando que cuando va perdiendo, debería hacerse uno sobre la noción del tiempo para Los Mentirosos De Las Boleterías y el mundo real.
Casi tres horas después llegué a Jujuy y, claro, el banco estaba cerrado.
Pero en ese momento el sistema pareció apiadarse de mí e hizo que me pudiera comunicar con La Patrona ( que ya estaba un poco preocupada a esta altura), y al llegar al hostel donde me quedé en Jujuy, me puso a Messi vs Real Sociedad por la semifinal de la Copa del Rey, y una Salta Negra helada.
Al otro día, tras un gran amanecer en la Plaza Principal, fui al banco y se resolvió todo fácilmente, y encima conseguí pasaje para las 9:45.
Obviamente, ni pregunté cuanto tardaba. ¿Hicimos las paces con el sistema? Veremos.

"Y pensás que vivís mejor gracias a un reloj ¿Qué tiempo querés saber?
("Sin hilo", de Las Pelotas)

viernes, 14 de febrero de 2014

La venganza del sistema (parte 2)

Me desperté a las ocho. Sin despertador. El sistema me estaba ganando.
Decidimos que yo me iba a Humahuaca, donde un rumor decía que se podía sacar con cualquier banco por caja, y La Patrona se quedaba en La Quiaca con los bolsos. Como, obviamente, seguía sin arreglarse el tema de la antena íbamos a estar incomunicados.
La Señora De La Boletería volvió a engañarme. Dos horas en su horario se transformaron en tres y monedas en el mundo real. Claro que en el medio, y para no extrañar Mi Buenos Aires Querido, en Tres Cruces nos cruzamos un piquete (al parecer porque el intendente de la zona los tiene olvidados, así que bastante válido).
Mientras parte del micro festejaba porque a causa del piquete "no nos iban a revisar" (mejor ni saber que llevaban), yo me imaginaba unas horitas bajo el sol jujeño. Al parecer el chofer pensó como yo porque frenó y puso una película ("Yes, man", gran comedia).
Sin embargo, a los dos minutos nos dejaron pasar.
Pensé que por fin todo jugaba a mi favor. Pobre iluso.
Como bien dije, lo de Humahuaca era solo un rumor. Así que definitivamente me tenía que ir a Jujuy. El Señor Poco Amable De La Boletería me aseguró que en dos horas llegaba (esta vez no le creí).
Encima, antes de sacar el pasaje, hice las cuentas y me di cuenta que, aunque El Señor Poco Amable De La Boletería me dijera la verdad, ya no llegaba al horario bancario... y La Patrona en La Quiaca... y seguíamos incomunicados. El sistema...

"Puto dinero. La sociedad de consumo me ha convertido en su servidor"
("Consumo gusto", de Ska-p)

miércoles, 12 de febrero de 2014

La venganza del sistema (parte 1)

El sistema te chupa y no quiere soltarte. No importa que seas un insignificante número totalmente reemplazable, el sistema quiere que sigas en él para poder sacarte lo poco o mucho (depende como se lo vea) que tengas. Y te persigue.No te deja escapar tan fácil. Porque además te genera una adicción, una necesidad.
Primero tuve que mandar por tercera vez, esta desde Jujuy, el telegrama de renuncia (y juro que ninguna fue por error mío).
Pero después vino lo peor. Luego de cuatro horas, según La Señora De La Boletería (casi 6 horas en el mundo real en el que vivimos), llegamos a La Quiaca.
Una vez en el hostel ("Copacabana", bastante coqueto y barato), averiguamos para ir a Uyuni o Tupiza, ya con la idea de relajar lo que restaba del día. Cuando le pedimos la clave de WiFi para ver si valía la pena ir a Tupiza, nos llegó un nuevo aviso del sistema: "Estamos sin Internet. Se cayó una antena en La Quiaca, y por los próximos días no va a haber ni Internet, ni teléfonos, ni cajeros".
En un principio no nos pareció problemático hasta que caímos en la cuenta de que no habíamos sacado toda la plata que necesitábamos para estar un mes en Bolivia.
El sistema nos mostraba cuanto lo "necesitamos" (es verdad que también hay un pequeño error de cálculos nuestro).
Encima los pronósticos eran poco favorables: tres días más sin servicios, sin comunicaciones, y el cajero más cercano que funcionaba en Humahuaca.

 "Pero aquí estoy varado en La Quiaca" 
(La versión original dice Barajas. "Barajas", de Karamelo Santo)



lunes, 10 de febrero de 2014

La Pantalla Azul

La teoría, bah más que teoría el (supuesto) saber popular, dice que en unas vacaciones normales, o sea 15 días (que esclavos que somos, mamita) casi toda la primera semana es la que se tarda en aclimatarse, en adaptarse al estado vacacional.
Pero en tres meses, ¿cómo es el tema? Es difícil hasta para uno mismo, una vez que ya arrancó el viaje, caer en cuenta de que va a ser tanto tiempo.
Encima, a veces, el universo conspira (uff que Coelhoso sonó eso) para que uno no pueda terminar de desconectarse.
Iba una hora aproximadamente de viaje (sé que es poco para esperarse desconectado, pero bueno), y se prendieron las pantallas del micro, lo que prometía el inicio de una película.
Sin embargo, durante media hora (puede haber sido menos) dejaron una pantalla azul. Eso solo. Como burlándose de uno (mejor ni hablar de la basura que pusieron después)
Pero, ¿una pantalla azul? Quizás para muchos pueda pasar desapercibido. Pero para alguien que trabajó tanto tiempo en sistemas, y encima en testing, eso sólo, es volver a la oficina.

"Y sigo preso. Pero ahora el viento corre alrededor"
("Segundo movimiento: Lo de afuera", Extremoduro)

viernes, 7 de febrero de 2014

Patear el tablero

Después de muchos años de tenerlo como un objetivo lejano, casi una utopía, de ver fotos y videos de viajeros y envidiarlos, de leer notas, blogs o cruzarse en los hostels con gente que se decidió a, por lo menos por un tiempo, patear el tablero y dedicarse a viajar; después de tantos años decía, finalmente nos decidimos y nos vamos de viaje.

Serán tres meses (a priori). Los destinos elegidos: Bolivia, Perú y Ecuador. Pero, como debe ser en este tipo de viajes, sin ruta prefijada, sin presiones. Llegaremos hasta donde se pueda, y sobre todo a donde se quiera.


Mientras en los medios nos anuncian miles de fines del mundo posible, algunos desde el lado económico (el dios dólar y sus variaciones), otros por el climático (rayos y centellas, calores récords, inundaciones, etc), y otros sociales (este verano incluyeron la temporada de saqueos, cortes de luz a mansalva, y despidos relacionados con el dios dólar, claro), nos vamos a ver, como nos enseñó Bradbury en su hermoso cuento "La Carretera" (lo pueden leer por acá), a qué le llamarán mundo (o por lo menos una parte).

Cada tanto es necesario patear el tablero...

"Blackbird singing in the dead of night, take these sunken eyes and learn to see. All your life were only waiting for this moment to be free"  
("Blackbird", The Beatles)