A la mañana siguiente, salimos para Nasca, que, por suerte, no significa ir hasta la "A" para viajar apiñados al centro. Igual, en realidad, nos fuimos a la terminal y, cuatro horas de espera después, partimos a Nasca. Como viajábamos a la noche (doce horas que se convirtieron en catorce. Parece que acá también están Los Mentirosos De La Boletería) sacamos un micro HD, así que el viaje fue bastante bueno.
Llegamos a Nasca con una gran incertidumbre ya que íbamos a incursionar en Couchsurfing. Para quien no conozca, Couchsurfing es una página donde la gente ofrece su casa para hospedar (Couch) a viajantes (Surfer) a cambio de nada. Se supone que en otro momento el Surfer se convierta en Couch, aunque no es obligatorio. Y se maneja a través de reputación (parecido a MercadoLibre).
Además del alojamiento gratuito, Couchsurfing brinda la posibilidad de conocer de cerca a la gente del lugar, y de escapar un poco del típico recorrido turístico.
Nos habíamos contactado con Edgardo a través de la página y había aceptado alojarnos rápidamente.
Nos encontramos con él en la mañana de Nasca (mañana muy calurosa por cierto) a unas cuadras de su casa.
Fuimos para allá y quedamos impresionados. Edgardo tiene una casa de tres pisos, con cuatro dormitorios destinados a los Surfers (pueden ir hasta ocho aproximadamente), y una hermosa terraza con vista a las montañas. Nuestra habitación era de las mejores que tuvimos hasta ahora en el viaje, y ni hablar de la ducha. Es verdad que no veníamos pagando los mejores lugares, pero ésta estaba impecable.
Pero lo que más nos sorprendió fue la amabilidad y generosidad con que nos recibió (dejando de lado el tema de que nos abrió la puerta de su casa). Ese día, después de charlar un rato compartiendo una Coca fría que nos vino como agua en el desierto, nos tiramos a una siesta de media mañana, en la que aproveché para volver a mi infancia leyendo al Neruda de mi generación, "Condorito", y cuando nos despertamos, nos estaba esperando con el almuerzo listo y un Pisco Sour para brindar.
Durante una larga sobremesa, nos contó que era astrónomo (casi le digo que yo también pero me pareció mucho por un curso en el Rojas), que trabajaba en un Planetario (creado por él) donde todas las tardes daba charlas sobre las líneas de Nasca (y nos invitaba a la de ese día).
A la tarde fuimos, y, además de ver por telescopio a la Luna y Júpiter, nos enteramos acerca de las líneas y sus supuestos usos (rituales, marcas o caminos al agua, símbolos astronómicos), aunque todavía son un misterio, y también conocimos el trabajo de recuperación de María Reiche, una alemana que dejó todo para dedicarse a eso.
A la noche, intentamos devolver gentilezas cocinando unos fideos para todos (se sumó un alemán que al otro día también cocinó para todos).
Al otro día, previo paso por el museo de María Reiche, fuimos a ver las líneas desde un mirador (sólo se pueden ver algunas) y desde una lomada, desde la que pudimos ver también un gran atardecer en el desierto.
El último día, tras un desayuno que incluyó charlas de ovnis, Edgardo nos invitó a comer pollo a las brasas y anticucho (brochette de corazón) en Rico Pollo, donde dice que tienen una receta especial y hacen el mejor pollo de Perú.
Esa noche, en retribución, La Patrona hizo unos panqueques con dulce de leche (con "manjar" dirán acá), una de las cosas que más extrañamos de por allá, sobre todo en las facturas.
Al día siguiente, después de otra larga sobremesa de desayuno (¿se le dice sobremesa a la del desayuno?) y, contentos por nuestra gran primera experiencia en Couchsurfing, nos fuimos para Huacachina.
"Si no arriesgás un poquito estás arriesgándolo todo. La vida es una solita, se va, se esfuma, se fue..."
("El Sillón", de Arbolito)
domingo, 30 de marzo de 2014
miércoles, 26 de marzo de 2014
Machu Picchu y Aguas Calientes
A eso de las nueve de la mañana (supuestamente venía entre las siete y media y las ocho, pero se toman sus libertades) nos pasó a buscar la combi para ir a Machu Picchu. Tras siete horas de viaje (y un pequeño altercado al mediodía porque querían que paguemos el almuerzo que teníamos incluido) llegamos a la Hidroeléctrica. De ahí, caminamos tres horas bordeando las vías del tren. Imposible no recordar la grandiosa “Cuenta conmigo” (incluso cruzamos un puente parecido). En el camino, se nos hizo de noche, así que fue una gran imagen (ampliada por nuestro cansancio y las ganas de llegar) cuando en medio de la oscuridad, en la que solo se vislumbraban las montañas y un fuerte río, aparecieron las luces de Aguas Calientes.
No teníamos mucha esperanzas sobre nuestro alojamiento (venía incluido en el tour) pero quedamos sorprendidos. Nos tocó un buen hotel y el baño le hizo honor al nombre del pueblo.
Esa noche nos fuimos a dormir temprano porque nos teníamos que levantar a las cuatro para subir al Machu. Cabe destacar que me parece inhumano levantarse a las cuatro, sea para la actividad que sea. Es casi como no haberse acostado. Sin embargo, tiene su encanto arrancar a subir el Machu Picchu de noche y que vaya amaneciendo en el camino.
Llegamos a la entrada justo a tiempo para cuando entraba el guía que nos tocaba (nuestra velocidad para subir hizo que temiéramos perderlo, ya que no te esperan para arrancar), así que pudimos estar en la explicación completa.
Si bien, la ciudad de Machu Picchu impacta por sí sola, por cómo pudieron adaptar la montaña a sus necesidades, por su tamaño, sus construcciones, su organización, la explicación del guía permite comprender el alto grado de conocimiento específico y sofisticado que llegaron a tener los Incas en diferentes aspectos (agricultura, astronomía, educación, etc), además de ayudarte a entender la planificación y el uso de cada construcción, y que no pasees simplemente por una ciudad de piedras.
A pesar de que hay varios aspectos discutibles (sacrificios, sometimientos a otras civilizaciones, clases sociales) esta frase del “Tawaintisuyu”, libro de Wankar Reynaga es genial: “Los Mayas (…) pudieron calcular el año solar en 365 días y 2420 diezmilésimas y cronometrar el infinito haciendo un calendario para 374.440 años. Mientras Europa quemaba vivo a Galileo por opinar que la tierra se movía” (En verdad, no lo quemaron pero la idea se entiende). Si bien habla de los Mayas, los Incas tenían estructuras con las que, a través de los solsticios, calculaban las fechas para las cosechas.
Después de recorrer un buen rato la ciudad (ya sin guía), nos tiramos a descansar y me dormí La Siesta Del Inca en el Machu Picchu (quizás una de mis grandes hazañas).
A la tarde, emprendimos la bajada y cuando estábamos casi llegando a la base se largó una llovizna, que minutos después se convirtió en lluvia bastante fuerte. Nos quedamos refugiados en la casilla de un seguridad con el que estuvimos charlando un rato (mientras miraba libidinosamente a La Patrona), y que nos dejó dos grandes frases: “Para muchos de nosotros el Machu son solo piedras” y “Estar ahí arriba de noche da miedo” (en esta debería haber ahondado más).
Cuando paró la lluvia un poco, decidimos irnos.
Llegamos al hotel y caímos rendidos hasta el día siguiente (en vano puse el despertador como para salir a cenar).
A la mañana, recorrimos un poco el pueblo (bastante lindo, muy turístico, completamente rodeado de montañas y un río que se escucha constantemente), y arrancamos nuevamente para la Hidroeléctrica.
Luego de un nuevo susto, ya que no aparecíamos en ninguna lista de los que debían regresar, otras siete horas de viaje que se hicieron interminables, en gran parte a causa de contar con otro Chofer Que Gusta Compartir Su Música, en este caso una de las peores radios, en la que incluso se escuchaban los sonidos del Windows al extraer el usb (alguna vez pudo pasar en el grandioso Otra Vuelta) o al cambiar de tema, llegamos a Cusco.
"Lejos del circo quiero estar, cuestionar esta falsa paz"
("Ruge la barra", de Los Cafres)
No teníamos mucha esperanzas sobre nuestro alojamiento (venía incluido en el tour) pero quedamos sorprendidos. Nos tocó un buen hotel y el baño le hizo honor al nombre del pueblo.
Esa noche nos fuimos a dormir temprano porque nos teníamos que levantar a las cuatro para subir al Machu. Cabe destacar que me parece inhumano levantarse a las cuatro, sea para la actividad que sea. Es casi como no haberse acostado. Sin embargo, tiene su encanto arrancar a subir el Machu Picchu de noche y que vaya amaneciendo en el camino.
Llegamos a la entrada justo a tiempo para cuando entraba el guía que nos tocaba (nuestra velocidad para subir hizo que temiéramos perderlo, ya que no te esperan para arrancar), así que pudimos estar en la explicación completa.
Si bien, la ciudad de Machu Picchu impacta por sí sola, por cómo pudieron adaptar la montaña a sus necesidades, por su tamaño, sus construcciones, su organización, la explicación del guía permite comprender el alto grado de conocimiento específico y sofisticado que llegaron a tener los Incas en diferentes aspectos (agricultura, astronomía, educación, etc), además de ayudarte a entender la planificación y el uso de cada construcción, y que no pasees simplemente por una ciudad de piedras.
A pesar de que hay varios aspectos discutibles (sacrificios, sometimientos a otras civilizaciones, clases sociales) esta frase del “Tawaintisuyu”, libro de Wankar Reynaga es genial: “Los Mayas (…) pudieron calcular el año solar en 365 días y 2420 diezmilésimas y cronometrar el infinito haciendo un calendario para 374.440 años. Mientras Europa quemaba vivo a Galileo por opinar que la tierra se movía” (En verdad, no lo quemaron pero la idea se entiende). Si bien habla de los Mayas, los Incas tenían estructuras con las que, a través de los solsticios, calculaban las fechas para las cosechas.
Después de recorrer un buen rato la ciudad (ya sin guía), nos tiramos a descansar y me dormí La Siesta Del Inca en el Machu Picchu (quizás una de mis grandes hazañas).
A la tarde, emprendimos la bajada y cuando estábamos casi llegando a la base se largó una llovizna, que minutos después se convirtió en lluvia bastante fuerte. Nos quedamos refugiados en la casilla de un seguridad con el que estuvimos charlando un rato (mientras miraba libidinosamente a La Patrona), y que nos dejó dos grandes frases: “Para muchos de nosotros el Machu son solo piedras” y “Estar ahí arriba de noche da miedo” (en esta debería haber ahondado más).
Cuando paró la lluvia un poco, decidimos irnos.
Llegamos al hotel y caímos rendidos hasta el día siguiente (en vano puse el despertador como para salir a cenar).
A la mañana, recorrimos un poco el pueblo (bastante lindo, muy turístico, completamente rodeado de montañas y un río que se escucha constantemente), y arrancamos nuevamente para la Hidroeléctrica.
Luego de un nuevo susto, ya que no aparecíamos en ninguna lista de los que debían regresar, otras siete horas de viaje que se hicieron interminables, en gran parte a causa de contar con otro Chofer Que Gusta Compartir Su Música, en este caso una de las peores radios, en la que incluso se escuchaban los sonidos del Windows al extraer el usb (alguna vez pudo pasar en el grandioso Otra Vuelta) o al cambiar de tema, llegamos a Cusco.
"Lejos del circo quiero estar, cuestionar esta falsa paz"
("Ruge la barra", de Los Cafres)
miércoles, 19 de marzo de 2014
Cusco y La Merienda
Llegamos a Cusco a las cuatro de la madrugada (son dos horas menos que en Argentina), luego de viajar en uno de los micros más incómodos de la historia, en el que estirar las piernas era una utopía. Al parecer, tienen una noción muy distinta del término semi-cama (por no decir que te venden que es semi-cama cuando no). Ni hablar de la falsa promesa de wi-fi.
Así, dormidos e incómodos, en la terminal te abordan ofreciéndote alojamiento (en nuestro caso hostels, quizás a causa de nuestra pinta de pelagatos).
Sin embargo, en esas condiciones, conseguimos un lindo hostel a buen precio ("La casa de la abuela") aunque con unas restricciones poco amigables (a las diez se cierra la cocina y se apaga el wi-fi. Inentendible esta última), y una "Dueña De Casa" no muy simpática (el Dueño si buena onda).
A la mañana, después de enterarnos de la gran victoria bohemia en Campana, nos fuimos a caminar por Cusco, una ciudad hermosa llena de construcciones que mezclan las edificaciones incas con las coloniales, y, claro, llena de iglesias.
Mientras, consultabamos en los hostels los precios para ver si no nos habían dormido (cosa que puede pasar de madrugada en la terminal), nos acostumbrábamos a un nuevo cambio de moneda (5 argentinos = 1 sol), y averiguabamos para ir a Machu Picchu. Finalmente, por si alguno está por viajar, después de hacer las cuentas de todas las opciones, nos decidimos por uno que se llama "Machu Picchu by car. 3 días, 2 noches", que está pensado para los mochileros, ya que te llevan hasta la hidroeléctrica y de ahí hay que caminar unas tres horas hasta Aguas Calientes (y a la vuelta, te esperan en la Hidroeléctrica).
A la noche, nos fuimos a ver una banda que tocaba gratis en el Teatro Municipal. Era un cuarteto de cuerdas (dos guitarras, un contrabajo y un violín), al que se le sumaron un guitarrista italiano y un ruso con su balalaika, que están recorriendo América tocando (para fin de mes van a estar por Argentina), y que dieron un show impecable.
Al día siguiente, estando en una ciudad muy cultural como Cusco, decidimos conocer algunos museos. Y, claro, empezamos por el más representativo: el museo del chocolate (hay que tener en cuenta que era media mañana). No hay mucho por mencionar, salvo que nos hubieran gustado más muestras gratis.
Se largó a llover (no es novedad por estos pagos), así que nos metimos en el mercado a comer y probamos el arroz con huevo (frito) y salchicha (frita). Gran plato. Casi que disfruté el arroz.
A la noche, fuimos a ver a la Orquesta Sinfónica de Cusco que tocaba por el Día Internacional De La Mujer, haciendo versiones de clásicos de la música peruana. Impecable también.
Esas dos noches, de camino al hostel, nos cruzamos, cada noche en una iglesia diferente, fiesta con banda y fuegos artificiales (en unas estructuras que se las veía muy poco seguras), al parecer por la patrona (que no es La Patrona) de cada iglesia.
El tercer día fuimos al Museo del Inca, en el que están (casi) todos los elementos encontrados tanto en Machu Picchu como en las demás ciudades incas halladas (y algunas pre-incas también). El museo es enorme (hay que ir con ganas de caminar y leer), tiene mucha información y da un buen paneo de las civilizaciones pre-incas e incas, aunque le faltan algunas explicaciones.
De ahí, nos fuimos al barrio San Blas, el barrio más coqueto y pintoresco de Cusco.
Como a las 19 íbamos a ver una película en una universidad, decidimos merendar por la zona, y como era el Día De La Mujer, la decisión quedó a cargo de La Patrona (grave error), que eligió el mercado (fui censurado de publicar el motivo. ¡Libertad de prensa!).
Pedimos café con leche (segundo grave error), más café que leche, y pan con manteca y mermelada.
Al ver la jarra con la que sacó la leche de una olla, con restos, quizás incaicos también, de lo que parecía nata y hasta grumos, deberíamos haber huido.
Minutos más tarde nos dio una especie de vaso largo con 3/4 de leche (mi peor pesadilla hecha realidad), y una pequeña jarra con café frío para que le agreguemos. Al ponerle el café, pudimos apreciar con más claridad los fantasmas de nata girando mientras revolvíamos (nuestros estomagos también). Pasamos varios minutos pescando nata para intentar que sea tomable. Así y todo, logré tomar más de medio vaso.
Eso sí, apenas salimos, pastilla de menta fuerte y a intentar olvidar la merienda (para ser realistas, no fue fácil).
La película ("Sigo siendo", de Javier Corcuera) era un documental muy bueno sobre la música peruana de las diferentes regiones, contada a través de las historias personales de algunos músicos.
El cuarto día, aprovechamos para descansar (y recuperarnos de La Merienda) ya que al otro día nos íbamos para Machu Picchu. Lo único destacable es que mientras permanecíamos refugiados, ya que en las calles de la ciudad una guerra de agua y espuma se desataba por el fin del carnaval, la buena conexión del hostel (y Sentimiento Bohemio) me permitió ver la gran victoria de Atlanta 3-2 ante Fénix.
"Todo este tiempo vivido me sirve de ejemplo para no volver a caer"
("Pasos al costado", de Turf)
Así, dormidos e incómodos, en la terminal te abordan ofreciéndote alojamiento (en nuestro caso hostels, quizás a causa de nuestra pinta de pelagatos).
Sin embargo, en esas condiciones, conseguimos un lindo hostel a buen precio ("La casa de la abuela") aunque con unas restricciones poco amigables (a las diez se cierra la cocina y se apaga el wi-fi. Inentendible esta última), y una "Dueña De Casa" no muy simpática (el Dueño si buena onda).
A la mañana, después de enterarnos de la gran victoria bohemia en Campana, nos fuimos a caminar por Cusco, una ciudad hermosa llena de construcciones que mezclan las edificaciones incas con las coloniales, y, claro, llena de iglesias.
Mientras, consultabamos en los hostels los precios para ver si no nos habían dormido (cosa que puede pasar de madrugada en la terminal), nos acostumbrábamos a un nuevo cambio de moneda (5 argentinos = 1 sol), y averiguabamos para ir a Machu Picchu. Finalmente, por si alguno está por viajar, después de hacer las cuentas de todas las opciones, nos decidimos por uno que se llama "Machu Picchu by car. 3 días, 2 noches", que está pensado para los mochileros, ya que te llevan hasta la hidroeléctrica y de ahí hay que caminar unas tres horas hasta Aguas Calientes (y a la vuelta, te esperan en la Hidroeléctrica).
A la noche, nos fuimos a ver una banda que tocaba gratis en el Teatro Municipal. Era un cuarteto de cuerdas (dos guitarras, un contrabajo y un violín), al que se le sumaron un guitarrista italiano y un ruso con su balalaika, que están recorriendo América tocando (para fin de mes van a estar por Argentina), y que dieron un show impecable.
Al día siguiente, estando en una ciudad muy cultural como Cusco, decidimos conocer algunos museos. Y, claro, empezamos por el más representativo: el museo del chocolate (hay que tener en cuenta que era media mañana). No hay mucho por mencionar, salvo que nos hubieran gustado más muestras gratis.
Se largó a llover (no es novedad por estos pagos), así que nos metimos en el mercado a comer y probamos el arroz con huevo (frito) y salchicha (frita). Gran plato. Casi que disfruté el arroz.
A la noche, fuimos a ver a la Orquesta Sinfónica de Cusco que tocaba por el Día Internacional De La Mujer, haciendo versiones de clásicos de la música peruana. Impecable también.
Esas dos noches, de camino al hostel, nos cruzamos, cada noche en una iglesia diferente, fiesta con banda y fuegos artificiales (en unas estructuras que se las veía muy poco seguras), al parecer por la patrona (que no es La Patrona) de cada iglesia.
El tercer día fuimos al Museo del Inca, en el que están (casi) todos los elementos encontrados tanto en Machu Picchu como en las demás ciudades incas halladas (y algunas pre-incas también). El museo es enorme (hay que ir con ganas de caminar y leer), tiene mucha información y da un buen paneo de las civilizaciones pre-incas e incas, aunque le faltan algunas explicaciones.
De ahí, nos fuimos al barrio San Blas, el barrio más coqueto y pintoresco de Cusco.
Como a las 19 íbamos a ver una película en una universidad, decidimos merendar por la zona, y como era el Día De La Mujer, la decisión quedó a cargo de La Patrona (grave error), que eligió el mercado (fui censurado de publicar el motivo. ¡Libertad de prensa!).
Pedimos café con leche (segundo grave error), más café que leche, y pan con manteca y mermelada.
Al ver la jarra con la que sacó la leche de una olla, con restos, quizás incaicos también, de lo que parecía nata y hasta grumos, deberíamos haber huido.
Minutos más tarde nos dio una especie de vaso largo con 3/4 de leche (mi peor pesadilla hecha realidad), y una pequeña jarra con café frío para que le agreguemos. Al ponerle el café, pudimos apreciar con más claridad los fantasmas de nata girando mientras revolvíamos (nuestros estomagos también). Pasamos varios minutos pescando nata para intentar que sea tomable. Así y todo, logré tomar más de medio vaso.
Eso sí, apenas salimos, pastilla de menta fuerte y a intentar olvidar la merienda (para ser realistas, no fue fácil).
La película ("Sigo siendo", de Javier Corcuera) era un documental muy bueno sobre la música peruana de las diferentes regiones, contada a través de las historias personales de algunos músicos.
El cuarto día, aprovechamos para descansar (y recuperarnos de La Merienda) ya que al otro día nos íbamos para Machu Picchu. Lo único destacable es que mientras permanecíamos refugiados, ya que en las calles de la ciudad una guerra de agua y espuma se desataba por el fin del carnaval, la buena conexión del hostel (y Sentimiento Bohemio) me permitió ver la gran victoria de Atlanta 3-2 ante Fénix.
"Todo este tiempo vivido me sirve de ejemplo para no volver a caer"
("Pasos al costado", de Turf)
viernes, 14 de marzo de 2014
La Isla Del Sol
A La Isla Del Sol salen lanchas sólo en dos horarios: 8:30 o 13:30. Claramente, elegimos la que salía más tarde.
El viaje es imperdible. Además, se puede ir en el techo de las lanchas, lo que le da un valor agregado.
Mientras viajaba y miraba el paisaje, esa larga extensión de agua que es el Titicaca coronada con montañas, donde incluso se pueden ver picos nevados, se me dio por reflexionar: poniendo como punto de partido que trabajo (bah trabajaba) en algo que no me interesa (y no es un dato menor en la reflexión) ¿cuántas ganas puedo tener de volver a trabajar? ¿realmente alguien puede extrañar y tener ganas de volver a encerrarse en una oficina nueve horas al día? (y no estoy incluyendo el viaje hacia el trabajo y sus comodidades) Las oficinas son una especie de Dementores (sí, leí TODO Harry Potter. Y me gustó) que te van chupando el alma de a poco, y en las que se puede ver la miseria humana entre compañeros en búsqueda de un poder ficticio (y ni aunque fuera real debería pasar). Debo reconocer que también se conoce muy buena gente.
Por suerte, llegamos a La Isla y eso de andar pensando en trabajo se me pasó. Es imposible, de un tiempo a esta parte, ir a una isla y que no se me cruce "Lost" (todos deben ver "Lost"), o una de las obras que la inspiró "La Invención de Morel", hermoso libro del maestro Bioy Casares (todos debe leer a Bioy Casares). Larga vida a Karina Olga que supo elegir entre Bioy y Casares.
En Copacabana, una tana que paraba en nuestro hostel nos recomendó que fuéramos para La Playa De Las Sirenas, que íbamos a estar más tranquilos, así que le hicimos caso y nos fuimos para allá. El único hostel que hay en esa playa estaba lleno (no deben entrar más de diez personas), pero conseguimos uno en el camino muy bueno.
Como todo turista que llega a un lugar nuevo, hicimos lo que debíamos hacer. Nos dormimos un siestón (los placeres de viajar con tiempo) y nos despertamos ya de noche (eran las 19:30 pero ya era de noche).
Nos fuimos hasta el pueblo (media hora en plena oscuridad. Por suerte, esta vez teníamos la linter-vincha con nosotros) a comprar comida, y desde lejos pudimos ver el pueblo (y sus pocas luces) reflejado en el lago.
A la mañana siguiente, me desperté temprano (me viene pasando seguido) y terminé "El Profesor" (buen libro, Katzenbach suele tener problemas con los finales, pero este terminó bastante bien). Cuando se despertó La Patrona tomamos unos mates en la cama desde donde teníamos una vista privilegiada del lago y los cerros nevados (eso para los que andan diciendo que paramos sólo en pocilgas).
Al mediodía nos fuimos a conocer La Playa De Las Sirenas. Hermosa playa que encima tuvimos casi toda la tarde para nosotros sólos. Y sí, finalmente nos metimos, después de muchas vacilaciones, al Titicaca (bien frío). La tarde terminó como casi todas. Con mates y atardecer. Pero cuando el frío empezaba a copar la playa y a calarnos los huesos, se acercó Alvaro, un niño pescador a pedirme que lo ayude a sacar el bote del agua (seguramente a causa de mi físico torneado). Debido al frío, lo dude un poco pero lo ayudé.
El último día, fuimos a caminar por unas ruinas Incas que hay pasando La Playa De Las Sirenas, donde se puede ver una mesa de ceremonias en la que realizaban sacrificios, una roca sagrada en la que supuestamente se ve un animal que no vimos, y un (o una, no sé) Chinkana, una especie de laberinto donde estaban los sabios, y que terminan en otra playa increíble (esta vez no nos animamos a meternos, pero también estuvimos prácticamente sólos).
Al otro día, volvimos a Copacabana, paso obligado para cruzar a Perú.
Cuando llegamos el pueblo estaba de fiesta a causa del carnaval. Todas las casas y autos adornados de colores, música por todos lados, guerra de agua (ya desde Potosí veníamos viendo como les encanta jugar con las bombitas), y mucha birra dando vuelta. Una fiesta en la que todos participan y se nota que disfrutan mucho.
Así, de fiesta, terminó nuestra primera parte del viaje. Pasamos casi un mes en Bolivia, y la verdad que me gustó más de lo esperado en todos los aspectos.
Conocimos lugares increíbles, la gente con la que pudimos charlar (a veces es muy difícil entrarles) fue muy cálida (tienen esa forma de hablar respetuosa con un acento dulce) y nos trataron de la mejor manera, la comida (uno de mis mayores miedos, debo reconocer) me encantó, y las rutas (otro de los miedos, por todo lo que habíamos leído y nos habían contado) están más preparadas de lo que pensábamos (también es cierto que, a causa de las lluvias, hubo lugares que dejamos para la vuelta o para otro viaje). Encima, haciendo números, y esto es bueno que lo sepan quienes estén planeando un viaje de este tipo, nos salió más barato estar un mes de viaje que lo que nos cuesta vivir un mes en Buenos Aires.
Ahora, nos vamos pal' Perú. Es un gusto viajar así.
"Emancipate yourselves from mental slavery;
None but ourselves can free our minds."
("Redemption song", de Bob Marley)
El viaje es imperdible. Además, se puede ir en el techo de las lanchas, lo que le da un valor agregado.
Mientras viajaba y miraba el paisaje, esa larga extensión de agua que es el Titicaca coronada con montañas, donde incluso se pueden ver picos nevados, se me dio por reflexionar: poniendo como punto de partido que trabajo (bah trabajaba) en algo que no me interesa (y no es un dato menor en la reflexión) ¿cuántas ganas puedo tener de volver a trabajar? ¿realmente alguien puede extrañar y tener ganas de volver a encerrarse en una oficina nueve horas al día? (y no estoy incluyendo el viaje hacia el trabajo y sus comodidades) Las oficinas son una especie de Dementores (sí, leí TODO Harry Potter. Y me gustó) que te van chupando el alma de a poco, y en las que se puede ver la miseria humana entre compañeros en búsqueda de un poder ficticio (y ni aunque fuera real debería pasar). Debo reconocer que también se conoce muy buena gente.
Por suerte, llegamos a La Isla y eso de andar pensando en trabajo se me pasó. Es imposible, de un tiempo a esta parte, ir a una isla y que no se me cruce "Lost" (todos deben ver "Lost"), o una de las obras que la inspiró "La Invención de Morel", hermoso libro del maestro Bioy Casares (todos debe leer a Bioy Casares). Larga vida a Karina Olga que supo elegir entre Bioy y Casares.
En Copacabana, una tana que paraba en nuestro hostel nos recomendó que fuéramos para La Playa De Las Sirenas, que íbamos a estar más tranquilos, así que le hicimos caso y nos fuimos para allá. El único hostel que hay en esa playa estaba lleno (no deben entrar más de diez personas), pero conseguimos uno en el camino muy bueno.
Como todo turista que llega a un lugar nuevo, hicimos lo que debíamos hacer. Nos dormimos un siestón (los placeres de viajar con tiempo) y nos despertamos ya de noche (eran las 19:30 pero ya era de noche).
Nos fuimos hasta el pueblo (media hora en plena oscuridad. Por suerte, esta vez teníamos la linter-vincha con nosotros) a comprar comida, y desde lejos pudimos ver el pueblo (y sus pocas luces) reflejado en el lago.
A la mañana siguiente, me desperté temprano (me viene pasando seguido) y terminé "El Profesor" (buen libro, Katzenbach suele tener problemas con los finales, pero este terminó bastante bien). Cuando se despertó La Patrona tomamos unos mates en la cama desde donde teníamos una vista privilegiada del lago y los cerros nevados (eso para los que andan diciendo que paramos sólo en pocilgas).
Al mediodía nos fuimos a conocer La Playa De Las Sirenas. Hermosa playa que encima tuvimos casi toda la tarde para nosotros sólos. Y sí, finalmente nos metimos, después de muchas vacilaciones, al Titicaca (bien frío). La tarde terminó como casi todas. Con mates y atardecer. Pero cuando el frío empezaba a copar la playa y a calarnos los huesos, se acercó Alvaro, un niño pescador a pedirme que lo ayude a sacar el bote del agua (seguramente a causa de mi físico torneado). Debido al frío, lo dude un poco pero lo ayudé.
El último día, fuimos a caminar por unas ruinas Incas que hay pasando La Playa De Las Sirenas, donde se puede ver una mesa de ceremonias en la que realizaban sacrificios, una roca sagrada en la que supuestamente se ve un animal que no vimos, y un (o una, no sé) Chinkana, una especie de laberinto donde estaban los sabios, y que terminan en otra playa increíble (esta vez no nos animamos a meternos, pero también estuvimos prácticamente sólos).
Al otro día, volvimos a Copacabana, paso obligado para cruzar a Perú.
Cuando llegamos el pueblo estaba de fiesta a causa del carnaval. Todas las casas y autos adornados de colores, música por todos lados, guerra de agua (ya desde Potosí veníamos viendo como les encanta jugar con las bombitas), y mucha birra dando vuelta. Una fiesta en la que todos participan y se nota que disfrutan mucho.
Así, de fiesta, terminó nuestra primera parte del viaje. Pasamos casi un mes en Bolivia, y la verdad que me gustó más de lo esperado en todos los aspectos.
Conocimos lugares increíbles, la gente con la que pudimos charlar (a veces es muy difícil entrarles) fue muy cálida (tienen esa forma de hablar respetuosa con un acento dulce) y nos trataron de la mejor manera, la comida (uno de mis mayores miedos, debo reconocer) me encantó, y las rutas (otro de los miedos, por todo lo que habíamos leído y nos habían contado) están más preparadas de lo que pensábamos (también es cierto que, a causa de las lluvias, hubo lugares que dejamos para la vuelta o para otro viaje). Encima, haciendo números, y esto es bueno que lo sepan quienes estén planeando un viaje de este tipo, nos salió más barato estar un mes de viaje que lo que nos cuesta vivir un mes en Buenos Aires.
Ahora, nos vamos pal' Perú. Es un gusto viajar así.
"Emancipate yourselves from mental slavery;
None but ourselves can free our minds."
("Redemption song", de Bob Marley)
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domingo, 9 de marzo de 2014
Copacabana y el gran Titicaca
Después del problemita por la falta de Dramamine, y como volvíamos a subir a la altura de La Paz, fui en busca de un sustituto. Y lo encontré. Acá, se llama Gravol, y funciona (o ese estilo de pastillas son mi placebo, nada de mantras jipis recomendados).
Si bien volvimos a cruzarnos con un Conductor Que Gusta Compartir Su Música, y este encima era de los que gusta del reggaeton-to, la peor variedad dentro de esta especie, al menos lo puso a un volumen bajo, y pude combatirlo con mis auriculares, e incluso dormir un rato (mi nuevo compañero, el dravol, debe haber tenido que ver en esto. Gracias industria farmacéutica).
El día de paso por La Paz aprovechamos para descansar.
Como en el "residencial" que habíamos parado antes no había lugar, fuimos a uno que quedaba a la vuelta. Cuando salimos a comer, le dije a La Patrona que me parecía que el lugar era usado como telo. Obvio que no me creyó (y hasta menospreció mi comentario). Pero a la noche cuando notamos una funda de plástico en el colchón y mientras nos dormíamos entre gemidos ajenos, tuvo que darme la razón. Encima, el colchón tenía un especie de hundimiento en el centro (esto es por buscar precio) que hizo que no fuera nuestra mejor noche. Y el caradura del conserje casi nos pide análisis de sangre para dejarnos dormir en esa pocilga.
Al día siguiente, nos fuimos a Copacabana. Algo notorio en los micros de Bolivia es que la tele es un mero objeto decorativo, nunca una película. Otro dato no menor es que al parecer las versiones de micros con baños todavía no llegaron.
Copacabana, a diferencia de la mayoría de los lugares que conocimos, nos encantó en la primera impresión. Ya desde que te bajás del micro y caminás por la calle principal se ve el lago Titicaca que, encima iluminado por el sol del mediodía como lo vimos nosotros, es espectacular.
Dato que todos repetimos, es el lago navegable más alto del mundo (todavía no ahondé que significa exactamente esto. ¿Hay otros lagos más altos pero que no son navegables? ¿Por qué?). "Un lago en el cielo", diría Cerati (fuerza Gustavito, que te esperamos).
Parece que veníamos de mala racha con el alojamiento porque caímos (tentados por el precio, es verdad) en un "hostel" (acá todavía está medio difuso el término) bastante feo. Lo que es seguro es que tenía la cocina más horrible y sucia que hemos visto. Tanto es así que preferimos cortar las verduras (incluyendo una cebolla morada fuertísima) en nuestra pieza e intentar estar en la cocina lo menos posible.
Encima después, mientras comíamos, tuvimos que soportar a un muchacho que se hacía el especial ("Hippie Pop", lo describió muy bien Mammon en su canción) diciendo: "Nosotros somos de Buenos Aires pero no somos porteños, somos del sur, somos diferente". Lo que el amigo Freud describió como "La envidia del pene".
Por suerte, esa tarde nos habíamos alejado un poco de la ciudad para ver el atardecer en un lugar más tranquilo y, de pasada, encontramos un hostel muy lindo, con parque y vista al lago, en el que arreglamos para ir al otro día. Hay que reconocer que la cocina de este nuevo tampoco era un lujo, y además cabía la posibilidad de que te sorprendiera un pollo (muy silencioso) al que tenían como mascota (y futura comida).
Igual, nos gustó tanto el hostel que el primer día ahí (segundo en Copacabana) nos la pasamos en su parque y en unas mesas que tiene afuera donde tomamos mates viendo el atardecer (sí, nos gusta verlo).
El tercer día, subimos al Calvario (en todos lados hay un Calvario por acá), donde además del Via Crucis y el turimos religioso correspondiente, también funciona el mirador (y dale con los miradores) desde donde se puede apreciar gran parte del Titicaca, La Isla Del Sol, unos cerros nevados lejanos, y dicen que se ve un atardecer increíble, pero nosotros como somos "re diferentes porque somos porteños" subimos al mediodía.
A la tarde, aprovechamos para recorrer el pueblo y entramos a la iglesia (y dale con el turismo religioso también) que tiene un formato diferente, al menos desde afuera. Es una especie de complejo religioso, con la iglesia, un museo, y algunas cosas más, pero el cansancio y el sol fuerte, hicieron que no investiguemos mucho.
Por último, para cambiar un poco la rutina, nos fuimos a la orilla del lago y, siesta mediante, nos hicimos unos mates para ver.... mmm ¿qué podrá ser?... sí, sí, el atardecer.
A la mañana siguiente, partimos a La Isla Del Sol.
"Soy feliz con muy poco. Un árbol y una mujer, un cielo grande , mil estrellas, ellas nunca me van a dejar caer"
("Donde Vamos", de Mancha de Rolando)
Si bien volvimos a cruzarnos con un Conductor Que Gusta Compartir Su Música, y este encima era de los que gusta del reggaeton-to, la peor variedad dentro de esta especie, al menos lo puso a un volumen bajo, y pude combatirlo con mis auriculares, e incluso dormir un rato (mi nuevo compañero, el dravol, debe haber tenido que ver en esto. Gracias industria farmacéutica).
El día de paso por La Paz aprovechamos para descansar.
Como en el "residencial" que habíamos parado antes no había lugar, fuimos a uno que quedaba a la vuelta. Cuando salimos a comer, le dije a La Patrona que me parecía que el lugar era usado como telo. Obvio que no me creyó (y hasta menospreció mi comentario). Pero a la noche cuando notamos una funda de plástico en el colchón y mientras nos dormíamos entre gemidos ajenos, tuvo que darme la razón. Encima, el colchón tenía un especie de hundimiento en el centro (esto es por buscar precio) que hizo que no fuera nuestra mejor noche. Y el caradura del conserje casi nos pide análisis de sangre para dejarnos dormir en esa pocilga.
Al día siguiente, nos fuimos a Copacabana. Algo notorio en los micros de Bolivia es que la tele es un mero objeto decorativo, nunca una película. Otro dato no menor es que al parecer las versiones de micros con baños todavía no llegaron.
Copacabana, a diferencia de la mayoría de los lugares que conocimos, nos encantó en la primera impresión. Ya desde que te bajás del micro y caminás por la calle principal se ve el lago Titicaca que, encima iluminado por el sol del mediodía como lo vimos nosotros, es espectacular.
Dato que todos repetimos, es el lago navegable más alto del mundo (todavía no ahondé que significa exactamente esto. ¿Hay otros lagos más altos pero que no son navegables? ¿Por qué?). "Un lago en el cielo", diría Cerati (fuerza Gustavito, que te esperamos).
Parece que veníamos de mala racha con el alojamiento porque caímos (tentados por el precio, es verdad) en un "hostel" (acá todavía está medio difuso el término) bastante feo. Lo que es seguro es que tenía la cocina más horrible y sucia que hemos visto. Tanto es así que preferimos cortar las verduras (incluyendo una cebolla morada fuertísima) en nuestra pieza e intentar estar en la cocina lo menos posible.
Encima después, mientras comíamos, tuvimos que soportar a un muchacho que se hacía el especial ("Hippie Pop", lo describió muy bien Mammon en su canción) diciendo: "Nosotros somos de Buenos Aires pero no somos porteños, somos del sur, somos diferente". Lo que el amigo Freud describió como "La envidia del pene".
Por suerte, esa tarde nos habíamos alejado un poco de la ciudad para ver el atardecer en un lugar más tranquilo y, de pasada, encontramos un hostel muy lindo, con parque y vista al lago, en el que arreglamos para ir al otro día. Hay que reconocer que la cocina de este nuevo tampoco era un lujo, y además cabía la posibilidad de que te sorprendiera un pollo (muy silencioso) al que tenían como mascota (y futura comida).
Igual, nos gustó tanto el hostel que el primer día ahí (segundo en Copacabana) nos la pasamos en su parque y en unas mesas que tiene afuera donde tomamos mates viendo el atardecer (sí, nos gusta verlo).
El tercer día, subimos al Calvario (en todos lados hay un Calvario por acá), donde además del Via Crucis y el turimos religioso correspondiente, también funciona el mirador (y dale con los miradores) desde donde se puede apreciar gran parte del Titicaca, La Isla Del Sol, unos cerros nevados lejanos, y dicen que se ve un atardecer increíble, pero nosotros como somos "re diferentes porque somos porteños" subimos al mediodía.
A la tarde, aprovechamos para recorrer el pueblo y entramos a la iglesia (y dale con el turismo religioso también) que tiene un formato diferente, al menos desde afuera. Es una especie de complejo religioso, con la iglesia, un museo, y algunas cosas más, pero el cansancio y el sol fuerte, hicieron que no investiguemos mucho.
Por último, para cambiar un poco la rutina, nos fuimos a la orilla del lago y, siesta mediante, nos hicimos unos mates para ver.... mmm ¿qué podrá ser?... sí, sí, el atardecer.
A la mañana siguiente, partimos a La Isla Del Sol.
"Soy feliz con muy poco. Un árbol y una mujer, un cielo grande , mil estrellas, ellas nunca me van a dejar caer"
("Donde Vamos", de Mancha de Rolando)
viernes, 7 de marzo de 2014
Coroico, el paraíso de Bolivia (y los héroes en San Martín)
En nuestro viaje a Coroico volvimos a ser víctima de Los Conductores Que Gustan Compartir Su Música. En esta oportunidad nos tocó un romanticón. Intenté escapar con mis auriculares pero el alto volumen al que gustaba compartir se metía igual en mis oídos (a pesar de intentar combatirlo con "Despedazado por mil partes", discazo de La Renga y otra buena guía para viajar por estos pagos). Igual, hay que destacar entre tanta paparruchadas que puso, la aparición de (todos de pie) José Luis Perales con su eterno hit"¿Y cómo es él?".
En Coroico nos alojamos en Jamachi, un hostel a cargo de Faba (un barra del Strongest), su mujer Jacki (no sé si se escribe así), su hijo Marcelo y la perra Lola, la vedette del hogar, que nos trataron de maravilla.
Cabe destacar que acá los barras son tipos que quieren al club, que pagan su cuota, incluso pagan su entrada a la cancha (¡que locura!), no son unos parásitos del club que dicen ser hinchas. Aunque por lo que cuentan de a poco se está transformando en lo que pasa allá. Parece que no sólo exportamos carne, soja, y los mejores jugadores, sino que también algunas boludeces.
El primer día aprovechamos para recorrer un poco el pueblo, y a la tarde tuvimos una gran charla con Faba que nos contó un poco de historia, de política, de las rivalidades internas de Bolivia, de como esta nueva etapa de autonomías acrecentó algunas de estas viejas rivalidades, y, como debe ser, de fútbol.
Al otro día subimos al Calvario (y un poco más allá), punto panorámico desde donde se puede ver todo Coroico y sus alrededores. Dicha subida tuvo su costo, y resultó en unas horas tirados en la puerta de un kiosco tomando una Coca semi fría (que para Bolivia ya es mucho decir).
Al día siguiente se jugaba El Clásico Más Importante Del Fútbol Argentino (Atlanta vs Chacarita, se entiende), y le pregunté a Faba si sabía de algún lugar donde tuvieran TyC Sport, ya que lo televisaban. Para mi sorpresa (y alegría), me dijo que él lo tenía por satelite, y que lo podíamos ver en su casa (arriba del hostel). Mi pago (propuesto por mi) eran un par de cervezas.
Esa noche nos invitó a todos (fuimos un francés y yo al final) a ver una película boliviana (“¿Quién mató a la llamita blanca?") que trata, en tono de comedia, sobre los temas de las rivalidades que habíamos hablado, atravesados por sucesos históricos reales (por ejemplo, una Miss Bolivia que dijo que ella era "de la otra Bolivia, donde hablan inglés y ven 'Friends'". Una divina).
El tercer día nos fuimos a conocer las cascadas. Son tres separadas por una caminata de 15 minutos entre cada una, y la más cercana está a una media hora en "movilidad" desde Coroico (este dato es importante, ya que a las 17, 16 de Bolivia se jugaba El Clásico).
Primero fuimos a la tercera, para ir volviendo desde ahí hacia el pueblo, pasando por todas. Llegamos al mediodía, así que aprovechamos y comimos ahí. Como está en una zona que no da el sol y el agua es helada no nos metimos.
Caminamos a la segunda bajo el sol de la hora de la siesta, así que llegamos con bastante calor. En esta cascada la comunidad armó una especie de pileta bastante profunda que, para los valientes como yo que preferimos tirarnos de una a ir metiéndonos de a poco, nos viene bárbaro. Después de una pequeña vacilación, me tiré (realmente es fría), y nos quedamos un rato.
Después fuimos a la última (la más cercana al pueblo) y cuando La Patrona decidió meterse, miro la hora y eran 15:30. Faltaba media hora para el partido y estabamos, por lo menos, a media hora.
Así que frené una minivan, que en Coroico funcionan como taxis, e hice subirse a La Patrona mientras terminaba de secarse.
Finalmente, llegamos a tiempo. Lo que no contabamos es que El Sistema iba a volver a jugar conmigo, ya que TyC Sports en Bolivia pasa los partidos de primera, en este caso Lanús vs Vélez (bue casi un partido del ascenso). Decepción total y odio feroz contra TyC.
Por suerte, Internet funcionó mejor que nunca, y pude ver el segundo tiempo donde El Pistolero Godoy y El Patrón Sardella le pusieron calor al frío de San Martín, así que esta vez los muchachos de Chaca no tuvieron que prender fuego patrulleros para calentarse (ni pegarle a dirigentes).
Mientras seguíamos de festejo entre Paceñas varias, se armó una segunda función de cine. Esta vez, vimos un dramón sobre un lugar donde los alcohólicos de Bolivia se encierran para exorcizar sus demonios durante días, en los que solo les dan baldes de alcohol, hasta que mueren ("Cementerio de elefantes"). Igual, nada podía parar la fiesta (al menos en mi).
Y, en una especie de cine continuado, como el San Pedro de mi niñez, volvieron a pasar para los que no la habían visto "¿Quién mató a la llamita blanca?".
Esa noche terminamos un francés, un chileno, un boliviano y yo, como representante argento, hablando de fútbol (un insolente criticó a Messi), de historia, de educación, y de política (de cada país), mientras saboreabamos Singani (rica bebida boliviana) con Sprite (si alguna de las marcas que menciono quiere publicitar en el blog, escucho ofertas). Esas cosas que se dan en los hostels.
El cuarto fue un día de puro descanso, que incluyó un hermoso atardecer con guitarreada y mate.
El último día, decidimos conocer el Río Vagante. Este río queda a unas dos horas y media caminando, gracias a unos atajos, sino es aún más. Lo bueno es que a la ida es todo bajada. Lo malo que a la vuelta, claramente, es subida.
Llegamos agotados pero la verdad el río es increíble, y no sé si porque es baja temporada o por el esfuerzo que implica pero tuvimos toda la tarde el río para nosotros solos. Encima conseguimos un lugar para sentarnos en una doble curva, o sea una "S", del río que lo hacia aún mejor.
Emprendimos el retorno con la esperanza de cruzarnos un coche que nos acerque a Coroico o al menos a Miraflores, que está a unos 20 minutos del pueblo. Pero fue imposible. Durante nuestras tres horas (como mínimo) de regreso, nos cruzamos un sólo coche y venía lleno.
Así que toda la vuelta también fue caminando, y la última hora en plena oscuridad. Para estos momentos compramos una linter-vincha, que la venimos usando para leer cuando el otro se duerme, y debido a este uso, había quedado en el hostel. Unos genios.
Cuando llegamos, casi a las 21, los dueños del hostel se habían preocupado por nuestra tardanza, y hasta nos habían salido a buscar (buena gente en serio).
Esa noche comimos todos juntos y probamos el mejor plato de Bolivia (o el que más nos gustó): "Pique Macho", que a pesar de su nombre, no tiene picante pero si es una mezcla poco sana.
Al otro día, nos levantamos y, al notar que no estabamos tan destruidos por el esfuerzo del día anterior, decidimos irnos a La Paz, paso obligado para llegar a Copacabana.
"¿Qué voy a hacer con tanto cielo para mí? Voy a volar yo soy un bicho de ciudad"
("Bicho de Ciudad", de Los Piojos)
En Coroico nos alojamos en Jamachi, un hostel a cargo de Faba (un barra del Strongest), su mujer Jacki (no sé si se escribe así), su hijo Marcelo y la perra Lola, la vedette del hogar, que nos trataron de maravilla.
Cabe destacar que acá los barras son tipos que quieren al club, que pagan su cuota, incluso pagan su entrada a la cancha (¡que locura!), no son unos parásitos del club que dicen ser hinchas. Aunque por lo que cuentan de a poco se está transformando en lo que pasa allá. Parece que no sólo exportamos carne, soja, y los mejores jugadores, sino que también algunas boludeces.
El primer día aprovechamos para recorrer un poco el pueblo, y a la tarde tuvimos una gran charla con Faba que nos contó un poco de historia, de política, de las rivalidades internas de Bolivia, de como esta nueva etapa de autonomías acrecentó algunas de estas viejas rivalidades, y, como debe ser, de fútbol.
Al otro día subimos al Calvario (y un poco más allá), punto panorámico desde donde se puede ver todo Coroico y sus alrededores. Dicha subida tuvo su costo, y resultó en unas horas tirados en la puerta de un kiosco tomando una Coca semi fría (que para Bolivia ya es mucho decir).
Al día siguiente se jugaba El Clásico Más Importante Del Fútbol Argentino (Atlanta vs Chacarita, se entiende), y le pregunté a Faba si sabía de algún lugar donde tuvieran TyC Sport, ya que lo televisaban. Para mi sorpresa (y alegría), me dijo que él lo tenía por satelite, y que lo podíamos ver en su casa (arriba del hostel). Mi pago (propuesto por mi) eran un par de cervezas.
Esa noche nos invitó a todos (fuimos un francés y yo al final) a ver una película boliviana (“¿Quién mató a la llamita blanca?") que trata, en tono de comedia, sobre los temas de las rivalidades que habíamos hablado, atravesados por sucesos históricos reales (por ejemplo, una Miss Bolivia que dijo que ella era "de la otra Bolivia, donde hablan inglés y ven 'Friends'". Una divina).
El tercer día nos fuimos a conocer las cascadas. Son tres separadas por una caminata de 15 minutos entre cada una, y la más cercana está a una media hora en "movilidad" desde Coroico (este dato es importante, ya que a las 17, 16 de Bolivia se jugaba El Clásico).
Primero fuimos a la tercera, para ir volviendo desde ahí hacia el pueblo, pasando por todas. Llegamos al mediodía, así que aprovechamos y comimos ahí. Como está en una zona que no da el sol y el agua es helada no nos metimos.
Caminamos a la segunda bajo el sol de la hora de la siesta, así que llegamos con bastante calor. En esta cascada la comunidad armó una especie de pileta bastante profunda que, para los valientes como yo que preferimos tirarnos de una a ir metiéndonos de a poco, nos viene bárbaro. Después de una pequeña vacilación, me tiré (realmente es fría), y nos quedamos un rato.
Después fuimos a la última (la más cercana al pueblo) y cuando La Patrona decidió meterse, miro la hora y eran 15:30. Faltaba media hora para el partido y estabamos, por lo menos, a media hora.
Así que frené una minivan, que en Coroico funcionan como taxis, e hice subirse a La Patrona mientras terminaba de secarse.
Finalmente, llegamos a tiempo. Lo que no contabamos es que El Sistema iba a volver a jugar conmigo, ya que TyC Sports en Bolivia pasa los partidos de primera, en este caso Lanús vs Vélez (bue casi un partido del ascenso). Decepción total y odio feroz contra TyC.
Por suerte, Internet funcionó mejor que nunca, y pude ver el segundo tiempo donde El Pistolero Godoy y El Patrón Sardella le pusieron calor al frío de San Martín, así que esta vez los muchachos de Chaca no tuvieron que prender fuego patrulleros para calentarse (ni pegarle a dirigentes).
Mientras seguíamos de festejo entre Paceñas varias, se armó una segunda función de cine. Esta vez, vimos un dramón sobre un lugar donde los alcohólicos de Bolivia se encierran para exorcizar sus demonios durante días, en los que solo les dan baldes de alcohol, hasta que mueren ("Cementerio de elefantes"). Igual, nada podía parar la fiesta (al menos en mi).
Y, en una especie de cine continuado, como el San Pedro de mi niñez, volvieron a pasar para los que no la habían visto "¿Quién mató a la llamita blanca?".
Esa noche terminamos un francés, un chileno, un boliviano y yo, como representante argento, hablando de fútbol (un insolente criticó a Messi), de historia, de educación, y de política (de cada país), mientras saboreabamos Singani (rica bebida boliviana) con Sprite (si alguna de las marcas que menciono quiere publicitar en el blog, escucho ofertas). Esas cosas que se dan en los hostels.
El cuarto fue un día de puro descanso, que incluyó un hermoso atardecer con guitarreada y mate.
El último día, decidimos conocer el Río Vagante. Este río queda a unas dos horas y media caminando, gracias a unos atajos, sino es aún más. Lo bueno es que a la ida es todo bajada. Lo malo que a la vuelta, claramente, es subida.
Llegamos agotados pero la verdad el río es increíble, y no sé si porque es baja temporada o por el esfuerzo que implica pero tuvimos toda la tarde el río para nosotros solos. Encima conseguimos un lugar para sentarnos en una doble curva, o sea una "S", del río que lo hacia aún mejor.
Emprendimos el retorno con la esperanza de cruzarnos un coche que nos acerque a Coroico o al menos a Miraflores, que está a unos 20 minutos del pueblo. Pero fue imposible. Durante nuestras tres horas (como mínimo) de regreso, nos cruzamos un sólo coche y venía lleno.
Así que toda la vuelta también fue caminando, y la última hora en plena oscuridad. Para estos momentos compramos una linter-vincha, que la venimos usando para leer cuando el otro se duerme, y debido a este uso, había quedado en el hostel. Unos genios.
Cuando llegamos, casi a las 21, los dueños del hostel se habían preocupado por nuestra tardanza, y hasta nos habían salido a buscar (buena gente en serio).
Esa noche comimos todos juntos y probamos el mejor plato de Bolivia (o el que más nos gustó): "Pique Macho", que a pesar de su nombre, no tiene picante pero si es una mezcla poco sana.
Al otro día, nos levantamos y, al notar que no estabamos tan destruidos por el esfuerzo del día anterior, decidimos irnos a La Paz, paso obligado para llegar a Copacabana.
"¿Qué voy a hacer con tanto cielo para mí? Voy a volar yo soy un bicho de ciudad"
("Bicho de Ciudad", de Los Piojos)
martes, 4 de marzo de 2014
La Paz
Al día siguiente decidimos irnos a La Paz y así completar el combo que nos enseñan en la primaria de memoria cuando vemos las capitales ("- ¿Bolivia? - (todos los alumnitos al unísono) Sucre-La Paz").
A causa de un mal entendido (al parecer para ellos que un micro salga frecuentemente es que salga todos los días mientras que para nosotros es a cada rato) tuvimos que esperar siete horas. En ese tiempo terminé "Las venas abiertas de América Latina", ¡qué gran libro, qué buena investigación, y qué bien que escribe Galeano!
Puede que haya sido por tantas horas de espera, quizás por el Falso Conejo (comida boliviana) que almorzamos en la estación (arriesgado lo nuestro), quizás por mi traición al Dramamine a mano de las famosas Sorojchi Pills, también pudo haber sido a causa de "Sharknado" (este item tiene muchas fichas), la película que nos pasaron con un argumento increíble y con unos diálogos infantiles y llenos de lugares comunes, que está sin duda entre las peores que vi (y eso que el año pasado me la pasé en el Gaumont), quizás por el sinfín de curvas que marcan la salida de Sucre, y que el conductor agarró a una velocidad importante, o tal vez a la sumatoria de todas estas, pero, finalmente, como en aquel mencionado viaje a Camboriú, caí. Sin embargo, el resto del viaje fue bastante bueno (hasta habíamos sacado un coche cama para dormir bien, ya que sólo se puede viajar de noche).
Luego de una siesta reparadora, y de arrancar mi Katzenbach de cada viaje (esta vez "El Profesor"), salimos a caminar y nos cruzamos con una belga que habíamos conocido en El Ojo Del Inca, y que estaba en un momento de depresión y replanteo por estar viajando sola.
Al verla así, la invitamos a merendar con nosotros, y a causa de esta buena acción ¿el universo?, ¿el sistema? me recompensó (nuevamente) con Messi vs Manchester City (victoria del Barcelona 2-0), un gran licuado de frutilla y una bomba bañada y rellena de chocolate (claramente la caída había quedado atrás).
Al otro día, fuimos a caminar La Paz (y bien que la caminamos). Primero por la calle Linares, que es donde quedaba nuestro "residencial", una linda calle empedrada llena de locales para turistas, de venta de instrumentos musicales, y donde queda "El Mercado De Las Brujas", en el que se pueden comprar hierbas medicinales alternativas, amuletos, Ekekos, llamas pequeñas disecadas (que se usan como ofrenda a la Pachamama) y ese tipo de cosas.
Después bajamos por Sagarnaga, y llegamos a la iglesia San Francisco, punto de referencia de La Paz. Ahí nos encontramos con una marcha masiva (de las más larga que vi) que, por lo que averiguamos, era de las juntas escolares pidiendo mejoras edilicias, útiles, etc.
Nos fuimos hacia el Parque Central. En el camino nos cruzamos unos puestos de libros y conseguimos "Tawa Inti Suyu", una especie de "Las venas abiertas..." escrito por Wankar Reynaga, que nos había recomendado un artista en Potosí (y con el que La Patrona viene indignándose en cada página. En breve, si lo permite, su conclusión al respecto).
También pasamos por una feria de juegos enorme, de las que se ven sólo en la costa, en los pueblos y en las películas (por ejemplo, en el peliculón "Quisiera ser grande") con tiro al blanco, metegol, mini pools, etc.
En el medio del Parque Central hay un anfiteatro que tiene un mural con todas (o muchas) de las personalidades y personajes de la historia boliviana, que está muy bien hecho.
Le pregunté a un policía que estaba en el parque como llegar a la pasarela que lo cruza todo por arriba, y me mandó a cualquier lado. No sé si estaba totalmente desorientado o nos lo hizo por nuestra pinta de turistas. Por suerte confié más en mí orientación, fuimos exactamente para el otro lado y la encontramos. Desde ahí, pudimos ver parte de La Paz desde la altura. Incluso, se ve el fatídico estadio donde nos comimos 6 no hace tanto (y con Él en cancha).
A la tarde, fuimos a la Plaza Murillo, donde está la casa de Gobierno (no salió Evo a saludarnos), y donde la gente se divierte comprando maíz y haciendo que las palomas se le suban encima (inentendible), y terminamos en la calle Jaen, otra hermosa calle empedrada con leyenda de fantasmas. Ahí pudimos entrar (gratis) a la exposición de cuadros de Mamani, un artista recomendable.
Pero claro, pasar por la Plaza Murillo sólo me recordaba que esa tarde se venía el debut del bohemio por la Copa Argentina. Nos metimos en un bar inglés, y pude ver parte del segundo tiempo en el que nos empataron, y con un penal en los últimos minutos nos dejaron afuera (y sin la ilusión de la Libertadores por un año más). Lo más rescatable fue que en el bar pasaban música inglesa, y fue de lo mejor que escuchamos por estos pagos (aprendan Choferes).
Al día siguiente, nos levantamos y arrancamos para Coroico, un pueblo en el medio de las montañas considerado el Paraíso de Bolivia.
"¿Quién puede cuestionar lo que vos necesitás? Tu impulso será el que te lleve. Siempre hay caminos que vienen, caminos que van"
("El Peso De Lo Que No Hay", de Aztecas Tupro)
A causa de un mal entendido (al parecer para ellos que un micro salga frecuentemente es que salga todos los días mientras que para nosotros es a cada rato) tuvimos que esperar siete horas. En ese tiempo terminé "Las venas abiertas de América Latina", ¡qué gran libro, qué buena investigación, y qué bien que escribe Galeano!
Puede que haya sido por tantas horas de espera, quizás por el Falso Conejo (comida boliviana) que almorzamos en la estación (arriesgado lo nuestro), quizás por mi traición al Dramamine a mano de las famosas Sorojchi Pills, también pudo haber sido a causa de "Sharknado" (este item tiene muchas fichas), la película que nos pasaron con un argumento increíble y con unos diálogos infantiles y llenos de lugares comunes, que está sin duda entre las peores que vi (y eso que el año pasado me la pasé en el Gaumont), quizás por el sinfín de curvas que marcan la salida de Sucre, y que el conductor agarró a una velocidad importante, o tal vez a la sumatoria de todas estas, pero, finalmente, como en aquel mencionado viaje a Camboriú, caí. Sin embargo, el resto del viaje fue bastante bueno (hasta habíamos sacado un coche cama para dormir bien, ya que sólo se puede viajar de noche).
Luego de una siesta reparadora, y de arrancar mi Katzenbach de cada viaje (esta vez "El Profesor"), salimos a caminar y nos cruzamos con una belga que habíamos conocido en El Ojo Del Inca, y que estaba en un momento de depresión y replanteo por estar viajando sola.
Al verla así, la invitamos a merendar con nosotros, y a causa de esta buena acción ¿el universo?, ¿el sistema? me recompensó (nuevamente) con Messi vs Manchester City (victoria del Barcelona 2-0), un gran licuado de frutilla y una bomba bañada y rellena de chocolate (claramente la caída había quedado atrás).
Al otro día, fuimos a caminar La Paz (y bien que la caminamos). Primero por la calle Linares, que es donde quedaba nuestro "residencial", una linda calle empedrada llena de locales para turistas, de venta de instrumentos musicales, y donde queda "El Mercado De Las Brujas", en el que se pueden comprar hierbas medicinales alternativas, amuletos, Ekekos, llamas pequeñas disecadas (que se usan como ofrenda a la Pachamama) y ese tipo de cosas.
Después bajamos por Sagarnaga, y llegamos a la iglesia San Francisco, punto de referencia de La Paz. Ahí nos encontramos con una marcha masiva (de las más larga que vi) que, por lo que averiguamos, era de las juntas escolares pidiendo mejoras edilicias, útiles, etc.
Nos fuimos hacia el Parque Central. En el camino nos cruzamos unos puestos de libros y conseguimos "Tawa Inti Suyu", una especie de "Las venas abiertas..." escrito por Wankar Reynaga, que nos había recomendado un artista en Potosí (y con el que La Patrona viene indignándose en cada página. En breve, si lo permite, su conclusión al respecto).
También pasamos por una feria de juegos enorme, de las que se ven sólo en la costa, en los pueblos y en las películas (por ejemplo, en el peliculón "Quisiera ser grande") con tiro al blanco, metegol, mini pools, etc.
En el medio del Parque Central hay un anfiteatro que tiene un mural con todas (o muchas) de las personalidades y personajes de la historia boliviana, que está muy bien hecho.
Le pregunté a un policía que estaba en el parque como llegar a la pasarela que lo cruza todo por arriba, y me mandó a cualquier lado. No sé si estaba totalmente desorientado o nos lo hizo por nuestra pinta de turistas. Por suerte confié más en mí orientación, fuimos exactamente para el otro lado y la encontramos. Desde ahí, pudimos ver parte de La Paz desde la altura. Incluso, se ve el fatídico estadio donde nos comimos 6 no hace tanto (y con Él en cancha).
A la tarde, fuimos a la Plaza Murillo, donde está la casa de Gobierno (no salió Evo a saludarnos), y donde la gente se divierte comprando maíz y haciendo que las palomas se le suban encima (inentendible), y terminamos en la calle Jaen, otra hermosa calle empedrada con leyenda de fantasmas. Ahí pudimos entrar (gratis) a la exposición de cuadros de Mamani, un artista recomendable.
Pero claro, pasar por la Plaza Murillo sólo me recordaba que esa tarde se venía el debut del bohemio por la Copa Argentina. Nos metimos en un bar inglés, y pude ver parte del segundo tiempo en el que nos empataron, y con un penal en los últimos minutos nos dejaron afuera (y sin la ilusión de la Libertadores por un año más). Lo más rescatable fue que en el bar pasaban música inglesa, y fue de lo mejor que escuchamos por estos pagos (aprendan Choferes).
Al día siguiente, nos levantamos y arrancamos para Coroico, un pueblo en el medio de las montañas considerado el Paraíso de Bolivia.
"¿Quién puede cuestionar lo que vos necesitás? Tu impulso será el que te lleve. Siempre hay caminos que vienen, caminos que van"
("El Peso De Lo Que No Hay", de Aztecas Tupro)
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sábado, 1 de marzo de 2014
Tarabuco
A pesar de que la feria es los domingos, el sábado decidimos salir para Tarabuco. En parte porque nos dijeron que el mismo día de la feria viajaba mucha gente, y en otra porque para salir ese día teníamos que madrugar.
Nos fuimos hasta la parada de los micros soñando con un semi-cama pero nos encontramos con unos minibuses que salen a medida que se llenan (pueden pasar horas hasta cumplir el cometido). Y acá, el termino llenar es literal. No solo no queda un asiento vacío sino que casi no queda espacio.
Sin embargo, y a pesar de que La Patrona declaró minutos antes de arrancar "me agarra la claustro", el viaje fue bueno sobre todo por, insisto, los paisajes de las rutas de Bolivia que son increíbles.
Antes de salir habíamos reservado en un hostel ya que, a causa de la famosa feria, veíamos que quedaba poco lugar para alojarse. Mientras viajabamos, yo tenía la ilusión de llegar y que hubiera una buena conexión de internet (era un hostel de hostelling), y poder ver el partido de Atlanta vs Almagro (a través de internet, claro) mientras me tomaba una cerveza fría (acá casi que es más difícil conseguir algo frío que internet en un pueblo).
Pero nuevamente la realidad (bah el sistema) me dio un mazazo en la cara. Al llegar, el hostel estaba cerrado. Con doble candado. Le pregunté a una vecina que pasaba por ahí y me contestó: "Quizás viene más tarde de Sucre". Nótese el "quizás".
Cuando estábamos organizando este viaje con La Patrona, en varios lados leímos y nos dijeron que para viajar por Bolivia había que tener mucha (pero mucha) paciencia. A esto nosotros lo bautizamos como "paciencia boliviana". Esta fue la primera vez que la tuve que poner en práctica.
Nos fuimos a hacer tiempo, con la esperanza de que el hostel en algún momento abriera, a la Plaza Principal, que en el caso de Tarabuco es lo mismo decir nos fuimos a La Plaza, y al menos pude cumplir la segunda parte de lo que venía imaginando de camino. Conseguimos una cerveza ("Paceña", muy rica. Por ahora la mejor que probamos acá) y, contra todo pronóstico, fría.
Mientras estábamos en La Plaza se nos acercó una nena del lugar (¿Tarabuquense? ¿Tarabuqueña?), María del Carmen, con un estilo al niño de "Up" (¡que peliculón!), sobre todo en su energía constante, que se convirtió en nuestra guía.
Luego de invitarnos varias veces y de que fueramos otras tantas al hostel para cerciorarnos de que seguía cerrado, nos convenció y nos llevó a conocer el río. Un lindo lugar donde en su visión"upistica" había "harta agua" pero para mi hay más en Juan B. Justo un día de lluvia (incluso diría en Saráchaga).
Después volvimos a La Plaza, previo paso por el cerrado hostel, donde La Patrona hizo las delicias de los niños con una versión libre (tanto en música como en letra) de "Mi voiture", de Pappo.
Una nueva visita el hostel, obviamente cerrado, nos decidió buscar otro lugar.
Por suerte conseguimos rápido (tampoco hay tantos lugares para preguntar en Tarabuco), y más barato.
Cuando llegamos a la habitación, vi que tenía internet. Como no nos habían dado la clave, me puse a probar y en una maniobra digna de Julian Assange la descubrí (era "tarabuco"). Me conecté rápidamente a Sentimiento Bohemio y pude ver los últimos minutos (esos en que se guarda la pelota en el corner) de la victoria bohemia (1-0).
A la noche, nos arriesgamos a un pollo frito (bastante noble), y a dormir.
Como se dice de la vida de pueblo, o como nos enseñó García Márquez en tantos cuentos e historias, nos despertó el canto de un gallo. 7:30 A.M.
Cuando me asomé a la ventana, toda la gente iba para el lado de La Plaza.
Nos fuimos para allá y pudimos ver como todo el pueblo se vestía de feria. Las cuadras estaban llenas de puestos donde se vende de todo (una cuadra es de calzado, otra de comida, otra de tecnología, etc), y además hay dos grandes mercados donde se puede comprar fruta, verdura, carne (la cadena de frío en Bolivia es un misterio), y comidas hechas (todo bastante barato y regateable).
Compramos algo para desayunar y fuimos a La Plaza.
Mientras estabamos ahí, cayó nuestra pequeña guía y nos acompañó a subir al mirador (esa obsesión del humano de vacaciones) desde donde pudimos ver Tarabuco y sus alrededores.
Después volvimos a la feria, y comimos en el puesto de la madre de María del Carmen. Si bien no queríamos comer nada que nos pudiera caer como una bomba (pensando en el viaje de vuelta), terminamos probando un nuevo plato boliviano que aún hoy no sabemos bien que era, aunque La Patrona insiste en que se llama "Ají de fideos", y que nos gustó también. Nos viene sorprendiendo gratamente la comida de acá.
Viajando de vuelta para Sucre, en los pocos momentos que me mantuve despierto (el combo: almuerzo + dramamine + hora de la siesta fue letal) sentí que me faltaba algo, pero no me daba cuenta bien que. Hasta que caí en que era domingo a la tarde y yo no estaba deprimido. Así fue que descubrí que para no deprimirme los domingos, la solución es no trabajar los lunes (y si estoy viajando las chances disminuyen más aún).
"Las almas repudian todo encierro"
("Cantata de puentes amarillos", de Pescado Rabioso)
Nos fuimos hasta la parada de los micros soñando con un semi-cama pero nos encontramos con unos minibuses que salen a medida que se llenan (pueden pasar horas hasta cumplir el cometido). Y acá, el termino llenar es literal. No solo no queda un asiento vacío sino que casi no queda espacio.
Sin embargo, y a pesar de que La Patrona declaró minutos antes de arrancar "me agarra la claustro", el viaje fue bueno sobre todo por, insisto, los paisajes de las rutas de Bolivia que son increíbles.
Antes de salir habíamos reservado en un hostel ya que, a causa de la famosa feria, veíamos que quedaba poco lugar para alojarse. Mientras viajabamos, yo tenía la ilusión de llegar y que hubiera una buena conexión de internet (era un hostel de hostelling), y poder ver el partido de Atlanta vs Almagro (a través de internet, claro) mientras me tomaba una cerveza fría (acá casi que es más difícil conseguir algo frío que internet en un pueblo).
Pero nuevamente la realidad (bah el sistema) me dio un mazazo en la cara. Al llegar, el hostel estaba cerrado. Con doble candado. Le pregunté a una vecina que pasaba por ahí y me contestó: "Quizás viene más tarde de Sucre". Nótese el "quizás".
Cuando estábamos organizando este viaje con La Patrona, en varios lados leímos y nos dijeron que para viajar por Bolivia había que tener mucha (pero mucha) paciencia. A esto nosotros lo bautizamos como "paciencia boliviana". Esta fue la primera vez que la tuve que poner en práctica.
Nos fuimos a hacer tiempo, con la esperanza de que el hostel en algún momento abriera, a la Plaza Principal, que en el caso de Tarabuco es lo mismo decir nos fuimos a La Plaza, y al menos pude cumplir la segunda parte de lo que venía imaginando de camino. Conseguimos una cerveza ("Paceña", muy rica. Por ahora la mejor que probamos acá) y, contra todo pronóstico, fría.
Mientras estábamos en La Plaza se nos acercó una nena del lugar (¿Tarabuquense? ¿Tarabuqueña?), María del Carmen, con un estilo al niño de "Up" (¡que peliculón!), sobre todo en su energía constante, que se convirtió en nuestra guía.
Luego de invitarnos varias veces y de que fueramos otras tantas al hostel para cerciorarnos de que seguía cerrado, nos convenció y nos llevó a conocer el río. Un lindo lugar donde en su visión"upistica" había "harta agua" pero para mi hay más en Juan B. Justo un día de lluvia (incluso diría en Saráchaga).
Después volvimos a La Plaza, previo paso por el cerrado hostel, donde La Patrona hizo las delicias de los niños con una versión libre (tanto en música como en letra) de "Mi voiture", de Pappo.
Una nueva visita el hostel, obviamente cerrado, nos decidió buscar otro lugar.
Por suerte conseguimos rápido (tampoco hay tantos lugares para preguntar en Tarabuco), y más barato.
Cuando llegamos a la habitación, vi que tenía internet. Como no nos habían dado la clave, me puse a probar y en una maniobra digna de Julian Assange la descubrí (era "tarabuco"). Me conecté rápidamente a Sentimiento Bohemio y pude ver los últimos minutos (esos en que se guarda la pelota en el corner) de la victoria bohemia (1-0).
A la noche, nos arriesgamos a un pollo frito (bastante noble), y a dormir.
Como se dice de la vida de pueblo, o como nos enseñó García Márquez en tantos cuentos e historias, nos despertó el canto de un gallo. 7:30 A.M.
Cuando me asomé a la ventana, toda la gente iba para el lado de La Plaza.
Nos fuimos para allá y pudimos ver como todo el pueblo se vestía de feria. Las cuadras estaban llenas de puestos donde se vende de todo (una cuadra es de calzado, otra de comida, otra de tecnología, etc), y además hay dos grandes mercados donde se puede comprar fruta, verdura, carne (la cadena de frío en Bolivia es un misterio), y comidas hechas (todo bastante barato y regateable).
Compramos algo para desayunar y fuimos a La Plaza.
Mientras estabamos ahí, cayó nuestra pequeña guía y nos acompañó a subir al mirador (esa obsesión del humano de vacaciones) desde donde pudimos ver Tarabuco y sus alrededores.
Después volvimos a la feria, y comimos en el puesto de la madre de María del Carmen. Si bien no queríamos comer nada que nos pudiera caer como una bomba (pensando en el viaje de vuelta), terminamos probando un nuevo plato boliviano que aún hoy no sabemos bien que era, aunque La Patrona insiste en que se llama "Ají de fideos", y que nos gustó también. Nos viene sorprendiendo gratamente la comida de acá.
Viajando de vuelta para Sucre, en los pocos momentos que me mantuve despierto (el combo: almuerzo + dramamine + hora de la siesta fue letal) sentí que me faltaba algo, pero no me daba cuenta bien que. Hasta que caí en que era domingo a la tarde y yo no estaba deprimido. Así fue que descubrí que para no deprimirme los domingos, la solución es no trabajar los lunes (y si estoy viajando las chances disminuyen más aún).
"Las almas repudian todo encierro"
("Cantata de puentes amarillos", de Pescado Rabioso)
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